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Después de un fin de semana nefasto, vuelve a la oficina, fichando pasada su hora de entrada. Una noche sin apenas dormir y las llaves del coche extraviadas tienen la culpa. Un buen caldo de cultivo para que Ana tenga el estómago revuelto. En el momento de cruzar la mirada con Raquel, que lleva una hora en su puesto fingiendo que trabaja, le viene una señal del cuerpo avisándole de la urgencia de ir al baño.
Raquel, hace una mueca con sus labios, embadurnados con carmín, rojo chillón, mientras marca una extensión.
—¿Si?
—Creo que La Floja sospecha algo.
—No te entiendo.
—Me ha mirado como diciéndome sé lo tuyo con don Manuel.
—¿En serio? ¿Cómo se habrá enterado esa petarda?
—Ni idea. Lo averiguaré durante la mañana. Nos vemos en el almuerzo, guapa.
Cuando se aproxima el subdirector a la mesa de Raquel, este ralentiza el ritmo, suavizando la cara contrariada por su última discusión con el responsable de esquelas quien por error puso, en la tirada de ayer, el nombre del director en una de ellas. «Un par de letras desubicadas, un Roque Tapias Pérez en lugar de la fallecida, Roqueta Pías Pérez y menudo lío se ha montado, jefe». Con gesto seductor, se inclina para ponerse a la misma altura de la mujer de pelo cardado.
—¿Qué tal ha dormido la señorita?
—Chsss, baja la voz, que te van a oír —le recrimina mientras, mandando un mensaje contradictorio, acaricia la mano robusta, apoyada sobre su escritorio.
—Yo simplemente estoy recordando a una empleada que se esmere más en las faltas de ortografía, pues en el número de ayer se nos colaron tres.
—Ya sabes que este no es el puesto en el que mejor rindo. Proponme para la sección de Sociedad y verás cuanto doy de mí —le asegura mientras sus exuberantes senos se apostan en el perfil de la mesa, relanzándose el escote.
—Yo sí que te voy a dar esta noche
En el otro lado de la planta, Ana se da cuenta que no hay papel higiénico, cuando ya es demasiado tarde para cambiarse de sanitario. Mete la mano en el bolso para buscar el móvil.
—Dígame
—Cynthia, soy yo. Necesito un favor urgente. ¿Puedes venir al baño?
—¿Otra vez?
—Sí, tía. Me lo monto fatal, lo sé. Pero hoy tengo la tripa muy revuelta.
—Enseguida voy.
Mientras espera recibe un mensaje de texto, con acuse de recibo. Señorita García, preséntese en el despacho del Subdirector inmediatamente.
Sabe lo que eso significa. Cuando te envían un mensaje en ese formato es porque Ellos se quieren asegurar que se recibe, para guardarse las espaldas. Nota una punzada en el estómago. Necesita que venga ya su amiga. Aunque tiene pavor de acudir a aquel despacho, le apremia saber cuál es el motivo de esa citación inusual.
—¡Ana!
—¡Aquí, en el último baño! Deprisa que me llaman de Subdirección.
—¿En serio? Madre mía, qué locura de mañana. Si lo sé, me quedo en casa, que motivos tengo con el dolor de espalda que me provocó el maldito gimnasio. ¿Quién me mandaba hacerle caso a ese monitor cachas?
—¿Quizás querías hacer puntos para tirártelo?
—Calla, tonta. Voy a tener que pedirle un masaje, para resarcirse por su inconsciencia.
—Me voy pitando. ¿Por qué dices que hay jaleo?
—Han echado a la responsable de Sociedad.
—¿Qué dices? Si sus artículos eran una maravilla y además todos los personajillos y culturetas le adoraban.
—Se ve que el mismo día que fue a entrevistar a la Baronesa, desapareció un collar de perlas de su mansión. Y le acusan a ella.
—¡Con todo el personal que hay trabajando en aquella casa! Increíble.
—Era el blanco más sencillo.
De camino al despacho de don Manuel, vuelve a cruzar la mirada con Raquel, quien sigue fingiendo diligencia en el desempeño de sus funciones. Ambas se dedican un leve estiramiento de labios, tratando de imitar la sonrisa humana. Ana no soporta a las personas que buscan aprovecharse día tras día, sin dar las gracias, como si se diera por sentado que la vida de los demás gira a su alrededor. Y aquella mujer, de falda recta y blusa con cuello de columpio, era de ese tipo. Aunque en el pasado le había sacado de muchos atolladeros en el trabajo, le seguía tratando de forma despectiva. Con el sabor desagradable que le ha dejado este pensamiento, llama a la puerta, entre un murmullo nervioso de los están viendo la escena.
—Pase.
—Buenos días, don Manuel. En primer lugar me gustaría disculparme por el retraso.
—¿Qué retraso?
—¿Retraso? Quiero decir, porque ahora mismo vengo del baño y no he podido venir antes a su despacho —dice, con voz dubitativa pero deprisa para obviar el tema, tras su metedura de pata.
—Bien, le he citado porque estamos de lleno en una profunda restructuración de departamentos.
—Vaya.
—Sí, como consecuencia de la auditoría integral que el nuevo grupo accionarial promovió, van a darse cambios en todos los niveles, y el de recursos humanos es uno de ellos.
—Entonces, ¿estoy despedida?
—¿Cómo dice? Oh, no, no. Al contrario, hay un consenso para que usted sea la nueva redactora de Sociedad. Reúne las condiciones que ahora gustan: humor agudo, elegancia en la expresión, saber estar y análisis inteligente. Mis dudas giran entorno a su deseo de un puesto de tal responsabilidad.
—Me sonrojan sus palabras, don Manuel, pero las agradezco profundamente. Sin duda es una tarea muy ilusionante y con gusto asumiré el reto. No le defraudaré —termina diciendo dándose cuenta que son demasiadas frases enlatadas.
—Sí le pediría discreción hasta dentro de una semana. Nadie en la oficina, repito, nadie, debe enterarse antes de que se haga oficial.
—De acuerdo —responde sin pensar lo que eso le iba a costar.
Una semana es el tiempo que cree necesario para darle otra ubicación a su nuevo romance. Raquel quería ese puesto por encima de todo, y se dejó el camino expedito para que ello fuera posible, pero la intromisión de la Dirección motivó que se propusiera el nombre de Ana. Don Manuel no puede fallar con la elección y sabe que La pechugona no tiene la categoría requerida. Pero necesita una alternativa para ella si no quiere tener problemas amorosos. Quizás se contente con alguna joya, piensa, mientras imagina la velada que le espera con aquella fogosa mujer.
Cuando la futura redactora de Sociedad cierra la puerta tras de sí, las mujeres, que forman corrillo alrededor del escritorio de Raquel, le miran con expectación.
—Lo siento, chicas, no ha habido suerte. Mañana seguiré viniendo a trabajar con vosotras.
Los rostros de fastidio vuelven a su sitio en un movimiento rápido, precipitado por las palmas contundentes que la supervisora da, sin moverse de su posición, para que todo el mundo se ponga a trabajar. Pero Raquel no se da por vencida.
—Eh, tú. No sé qué tramas entrando en su despacho pero ándate con mucho ojo, que aquí van a cambiar muchas cosas
—Sin duda—responde por lo bajo pretendiendo que la otra no la escuche.

Raquel da por concluida la conversación bajando la vista a una revista de moda, oculta a los ojos de la supervisora. Barrunta su vestuario nuevo ahora que va a tener un puesto de más responsabilidad. En breve, piensa, se hará efectivo y más después de la nueva vacante generada, tras el plan urdido por Manuel junto con la baronesa

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  • Jorge dice:

    Hola Jose.
    ES una trama compleja, aderezada con esas subtramas divertidas con las que nos sueles deleitar.
    Ahora bien, para entenderla he tenido que leerla dos veces y la segunda muy despacio. En la primera lectura no sabes con que quedarte. Hay varios nombres, situaciones, no sabes quien emite, demasiadas cosas para recordar, de forma que como lector decido seguir leyendo esperando que el texto me dé las claves para saber que es importante recordar. Pero en poco tiempo estoy llegando al final dándome cuenta de que me he perdido algo importante. Entonces, recuperando los nombres de las protagonistas vuelvo a leer y comprendo muchas mas cosas e incluso entiendo los guiños o subtramas que querías contarnos.
    Me ha gustado el momento en el cuarto de baño y como lo resuelve llamando a su amiga y casi como lo estiras hasta la entrevista con la dirección. El detalle de las esquelas también es muy bueno.
    Desde luego el Manuel has conseguido vestirlo como un Weinstein a la española.
    Nos leemos.
    Abrazo

    • Jose dice:

      Muchas gracias,Jorge
      No me había dado cuenta de lo complicada que resultaba leer, lo que en sí mismo ya es un problema porque eso significa que se me ha ido de las manos.

      Quizás el nombre de la amiga de Ana que le ayuda con el papel sobraba.

      Un abrazo.

  • Natalia dice:

    Hola, Jose
    Has recreado el ambiente laboral de una oficina. con charlas aquí y allá. Me ha costado seguir el relato, lo he tenido que leer despacio.
    El tema de las letras desubicadas me ha desubicado a mí, jeje Has dejado ahí un anzuelo que luego no lleva a nada. Esto lo hablamos en nuestro whatsapp no hace mucho, has metido expectativas falsas, un elemento que no interviene y que me ha despistado. Pensaba que no estaba entendiendo la relación entre eso, la baronesa, la persona acusada, el ascenso… Pero luego he visto que se queda ahí el dato.
    Luego está la amante de don Manuel, la escena del baño (¡esa escatología ha vuelto! Jejeje), el ascenso de Ana que debe callar… Esta parte la he seguido mejor.
    Y luego al final me surge una pregunta. ¿Por qué la baronesa se presta al plan con don Manuel? No entiendo qué es lo que gana ella. A ver si me lo aclaras.
    En lo formal, creo que aquí falta una preposición:
    Ana se da cuenta DE que no hay papel higiénico,

    Enhorabuena por el trabajo.
    Nos leemos 🙂

    • Jose dice:

      Muchas gracias por leer y comentar tan rápido. No me esperaba que costase tanto entender el texto. Está claro que es fundamental exponer los textos a los lectores porque desde la posición de uno hay cosas que no se ven, o al menos yo no las veo.
      El detalle de la esquela tiene la razón de ser en justificar la cara contrariada de Manuel, que se vea por qué y también da pincelada de un desacuerdo por algún motivo de esa persona que “se equivoca” transcribiendo, hacia la empresa, personificada en la Dirección. Y además introduzco un elemento de humor que creo es importante. Ya de por sí me parece oportuno el elemento. Quizás confunda la forma de haber expresado la idea. Es decir, sí veo útil que no necesario el elemento esquela aunque después no vuelva a salir.

      La baronesa por algún motivo, quizás algún artículo en el que no quedó bien retratada o algún favor pendiente hacia Manuel, quien sabe, colabora con el subdirector. No tengo tan claro que se deba explicar la razón expresamente aunque si consiguiera meterlo en un frase podría introducirlo. Si bien, creo que perdería algo el efecto que quiero producir con la última frase.

      ¡Nos leemos!

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