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En la quinta planta de un edificio de oficinas, en un lunes cualquiera del mes de marzo, decenas de hileras de cubículos albergan a jóvenes bien vestidos trabajando en riguroso silencio para una multinacional tecnológica. Ajenos a la norma de conducta establecida, Rubén y Eloy, cuchichean a escondidas:
— Esto te está matando, tío. No puedes vivir con esta incertidumbre, Eloy.
— Ya lo sé. Llevo semanas sin dormir. Creo que incluso se me está cayendo el pelo. Pero lo peor es la ansiedad que llevo todo el día encima.
— ¿Y por qué no le preguntas directamente si está con otro? — propuso Rubén.
— ¿Estás loco? —respondió Eloy con enojo, —Si empiezo con ese discurso, al final, lo convertiré en un interrogatorio, y Elena lo negará todo, me tachará de paranoico y me sentiré peor todavía. Lo que tengo que hacer es conseguir pruebas irrefutables.
— Pues entonces tendrás que pasar al siguiente nivel,— concluyó Rubén.
— ¿Y cuál es ese?
— Vas a tener que empezar a seguirla.
— Ni de coña, no valgo para eso. Además si me pilla, se acabó. Recuerda que sólo tengo conjeturas. Quizás esté viendo fantasmas, simplemente.
— Bien, no lo hagas tú. Contrata un detective.
— ¿Con nuestra porquería de sueldo?
— Hay otra opción…yotecubro.com… por la cara que pones veo que no sabes qué es. Se trata de un web que te pone en contacto con otro cornudo sin declarar como tú, perdón, para que él haga el seguimiento de tu pareja y tú, de la suya. La misma web os alquila el material necesario para realizar este tipo de actividad: prismáticos con visión nocturna, cámara de largo alcance, software,…
— Estás peor de lo que pensaba.
— Tú mismo,— dijo Rubén, dando por finalizada la conversación y volviendo la vista a la pantalla de su ordenador, justo cuando el supervisor se acercaba a su zona, ávido de meter rapapolvos a principio de semana.

Pasaron los días, y la mirada observadora de Eloy seguía recopilando pistas poco concluyentes. Tenía el convencimiento que eran demasiadas aunque los besos apasionados de Elena le confundían más todavía. Finalmente, llegó a la conclusión que por salud debía poner fin a la situación. Sólo quería que terminara, considerando que el resultado ya era lo de menos. Decidido, se registró en la web que Rubén le había aconsejado.
A los pocos días, le sobresaltó una llamada al móvil de un número desconocido para él. Por unos segundos dudó— por motivos de seguridad él nunca descolgaba ante llamadas de ese tipo. Al sexto tono, se decidió.
— ¿Sí?
— ¿Antonio?— dijo una voz quebrada, quizás por el tabaco, quizás por alguna emoción en plena ebullición.
— No, se ha equivocado… — En ese momento recordó que se había registrado en yotecubro.com con un perfil a medias verdadero; entre otras cosas, su nombre. — ¡Digo, sí, soy yo! ¿Con quién hablo?
— Mi nombre es Tomás. Estoy buscando un compañero para hacer el seguimiento de mi novia. He visto que tu zona de preferencia está cerca de su domicilio. Además, me ha parecido que tu perfil se adaptaría a lo que busco.
— Claro. Podemos quedar, conocernos y decidir si somos compatibles.
— Bueno, tampoco necesitamos ser amigos. Simplemente busco alguien discreto, trabajador y eficaz. Piensa que quizás te tengas que quedar seis horas en el coche sin dormirte.
— Sí, la verdad es que suena aburrido, pero tú estás en la misma situación y yo puedo tener las mismas dudas.
— No es el mismo caso. Créeme. Yo tengo experiencia. Con todas mis novias, de forma aleatoria, hago seguimientos de este tipo. Nunca está de más saber quien es la persona con la que te acuestas, —dijo, orgulloso, Tomás.
— ¿En serio? — exclamó con impulsividad Eloy pero se dio cuenta que la pregunta podía parecer inquisidora y crítica así que la suavizó de inmediato. — Bueno, con los tiempos que corren, con tanta lascivia y tentaciones, es una buena medida.

Dos días después conoció a Tomás, y éste supo su verdadero nombre. De aquel encuentro, Eloy pudo sacar algunas conclusiones. Para empezar se trataba de un tipo con mucha experiencia. Tenía un gran conocimiento en las artes detectivescas. Si Elena ocultaba algo, parecía fácil que Tomás lo descubriera. Por el contrario, encontraba el carácter de Tomás algo huidizo. Le costaba mantener el contacto visual cuando Eloy se dirigía a él. Eso, unido a su piel pálida, de aspecto enfermizo, le producía cierto desasosiego. Desconfiaba de quien huía del sol. Le recordaba a José Antonio, un compañero del colegio que se pasaba los recreos en un rincón sombrío del patio. El maldito decidió saltar al vacío del décimo piso del hotel donde las dos clases de cuarto de la ESO se hospedaban durante el viaje de fin de ciclo, en Mallorca. Aún con todo, decidió que fuera su compañero de pesquisas. Se pasaron fotografías, direcciones y agendas de sus respectivas parejas y se emplazaron para un mes después. Se hacía de esta forma, — así lo aconsejaban los administradores de yotecubro.com—para evitar que si alguien descubriera algo, e informaba inmediatamente, su compañero dejara de investigar.

Pasado el mes, Eloy estaba excitado. Por un lado, por fin sabría qué estaba haciendo Elena a escondidas quien sabe con quien. Por otro, tenía noticias de su investigación. En todo ese tiempo, había aprendido a ser paciente, había tenido tiempo de estar a solas consigo mismo y pensar en cosas como su relación con la propia Elena, en cómo sería su vida sin ella, en los muchos recuerdos que iban recubriendo su corazón y en todas las vivencias que seguían teniendo juntos y que presagiaban que tarde o temprano, en un escenario de fidelidad, desembocaría en una petición de mano. Pero entre medias, tuvo que trabajar con minuciosidad y discreción para obtener datos de Pilar, la novia de Tomás. Tenía una mezcla de satisfacción, por haber podido descubrirla con otro hombre, y de vergüenza, por haber ultrajado la intimidad de otra persona, a la que ni siquiera conocía y, que desde la lejanía, parecía agradable.

Eloy sentía el estómago contraído o incluso vacío. Desconocía el impacto que le causaría la noticia que no esperaba. Con esa desazón empujó la puerta del café donde se había citado con Tomás. Tras barrer con la mirada el interior del sitio, lo vio en la última mesa, de espaldas, acurrucado con una trenca negra puesta aún a pesar de la cálida temperatura del atestado local. Sin levantarse, le estrechó una mano que parecía inerte por el tacto y por la nula presión que ejerció sobre la suya. Expectante por las noticias se sentó desatendiendo esa desagradable sensación, al tiempo que pedía al camarero un té verde moruno.

Ninguno de los dos se decidía a hablar  así que Eloy trató de distraerse mirando a la gente de alrededor, enfrascada en conversaciones entretenidas. Tras unos eternos minutos, el silencio entre los dos se rompió.

— ¿Y bien? — preguntó, Tomás, tranquilo como si supiera lo que le iba a decir.
— Lo siento pero no traigo buenas noticias. — Se detuvo un momento dudando sobre cómo dar la información. Aquel tipo no le parecía normal. — La he visto en actitud romántica en distintas ocasiones con un joven. Aquí tienes las fotos en las que queda retratada.

Tomás apretó los puños, se escondió las manos bajo la mesa y masculló entre dientes un “condenada…”.

— ¿Qué vas a hacer? — cuestionó Eloy, sin saber muy bien con qué intención, mientras agradecía al camarero que le trajera el té, que pagó al momento.
— Por lo pronto, acabar con esto.
— Sí, la verdad es que es lo mejor. Quien te engaña no merece tu compañía.— Y cambiando de tercio, para no saber más le preguntó, guardándose el cambio que le devolvió el camarero:
— ¿Y de Elena qué has descubierto?
— No puedo decir lo mismo. De hecho, lo que te está ocultando es una fiesta sorpresa por todo lo alto con motivo de tus cuarenta años.
— ¿En serio? — dijo, asombrado, mientras soltaba un gran soplido, al tiempo que le venían sentimientos de culpabilidad. — ¡Seré estúpido! —Exclamó, reprimiéndose más ostentación de alegría dada la situación de su compañero de mesa. — Bien, te agradezco mucho tu dedicación, Tomás, y siento, de corazón, lo que estás pasando. Si crees que te puedo ayudar en algo más, aquí me tienes. De lo contrario, es mejor que me marche y te deje con tus pensamientos.
— Gracias a ti. Lo que queda lo puedo hacer yo mismo…
Abandonó presto el local, sin querer mirar atrás ni a Tomás ni a su té aún caliente, pretendiendo así que esa etapa oscura de su vida desapareciera. Se sentía sucio, mala persona. Lo que había hecho durante esas semanas no le definían como ser humano, o al menos como aquel que creía ser.

Se acercaba el día de su cumpleaños, y con ello, la supuesta sorpresa. Respecto a Elena, volvió a entregarse con plenitud, reviviendo aquel idilio que se había anquilosado.

En uno de esos días, alguien llamó a la puerta a una hora inesperada; “¿quizás fuera la destapada fiesta la que se esconde en el rellano?” pensó con emoción. Un sentimiento que turbó su típica mente analítica, aquella que le habría dicho que tenía que echar un ojo por la mirilla.
— Buenos días, ¿es usted Eloy Sambuena? — dijo con voz severa un corpulento treintañero de mandíbula angulosa.
— Sí, —respondió Eloy, con temblor en el habla.
— Queda detenido por su presunta participación en el asesinato de Pilar Cambrils.

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  • Yuri dice:

    hola Jose,

    Genial la historia. Menudo giro pega al final. La verdad es que no me lo esperaba y me ha parecido bastante original. Fíjate que por lo que sea estaba esperando que Tomás acabase liado con Elena o algo así. Seguro que es alguna película que haya visto. Me ha gustado mucho más tu giro.

    Te comentaría dos cosas. Una, el pobre Rubén. Entiendo que lo usas como recurso para explicarnos que el protagonista se muere de celos, y ya de paso, plantar la semilla de que use la página web. Me hubiese gustado que Rubén volviese, que hablarán sobre que cosas hacen dudar a Eloy de Elena, etc. La segunda, es que me ha llamado la atención que cuando le arrestan describas el cuerpo del agente, sin describir que va de uniforme. Imagino a Eloy abriendo la puerta, y quedándose anonadado de ver un agente de uniforme, antes incluso de que este hable. Mi mente hasta se imagina a Eloy pensando que el agente es parte de la fiesta o algo parecido. Por ejemplo, que parte de la fiesta sea gastarle una broma en plan cámara oculta, o llevarle esposado a otro sitio, o si te quieres poner guasón, imagínate que es bisexual y piensa que Elena le ha regalado un stripper. Luego va el agente y suelta la frase.

    Por cierto, me gusta ese recurso de soltar la frase como telón final. Que los demás nos imaginemos el resto.

    En fin, que olé, bravo, y como siempre un gusto leerte.

  • Jose Romero dice:

    Gracias, Yuri
    Me alegro que te haya gustado. El detalle del agente es porque me lo imaginé de civil.
    Has sido muy exhaustivo y te lo agradezco.
    Me apunto lo de Rubén. Ni se me ocurrió darle más peso en la historia, aunque es fundamental en la misma.
    Con el final quise hacer ver que las sorpresas que te depara la vida son inmensas, pero proporcionales a la inconsciencia con que hacemos las cosas.
    Abrazos.

  • Carlos dice:

    Hola Jose,
    me ha gustado mucho la historia.
    Yo si que imaginaba que algo iba a acabar mal viendo como son las reacciones de Tomás.
    Solo imaginar la sensación de culpa que podría sentir Eloy cuando sale del bar pensando que Tomás podría hacer cualquier locura contra su novia y con él como colaborador creo que no sería necesario aclarar el final, aunque es un giro que deja helado.
    Me parecería muy rocambolesco, aunque no imposible, que lo de la fiesta fuera una idea en la que estuvieran compinchados su novia y Rubén, seria muy de Amistades peligrosas.
    Quizás para conseguir un efecto más ambigüo debería llegar el policía y detenerlo sin decir de que lo acusan.

    Enhorabuena.

  • Natalia dice:

    Hola Jose,
    ¡Casi 1600 palabras! Cómo te explayas… 😉
    Me ha gustado tu texto y, sobre todo, la resolución final inesperada. Dabas pistas sobre el tal Tomás, parecía que había algo raro, pero no esperaba el asesinato.
    Me parece muy ocurrente lo de la web para que los “cornudos” se ayuden entre ellos. Aunque igual ya existe, ¡está todo inventado! Jejejeje
    Lo que hace la mente y la imaginación, montándose películas… cuando lo que habría que hacer es hablar y aclarar las cosas para no llegar tan lejos.

    Carlos pidió más comentarios referidos al estilo, así que allá voy.
    Creo que, si no te marcas un límite de palabras, es más difícil redondear los textos y concretar el mensaje. Esto es relato breve. Yo sigo con la pauta de las 800 palabras. Lo digo porque hay frases que no aportan mucho a la historia, que no pasaría nada si no nos lo contaras.
    Por ejemplo:
    “—Buenos días, ¿es usted Eloy Sambuena? — dijo con voz severa un corpulento treintañero de mandíbula angulosa.”
    O lo de José Antonio, el compañero de colegio.

    Luego, al principio narras en presente y luego sigues con “Pasaron los días…” No corresponde el tiempo verbal. Si pasaron los días, la exposición de la situación tendría que estar también en pasado, porque fue anterior a que pasaran los días. No sé si me explico.

    Se te cuela algún adjetivo que tampoco aporta como “atestado local”.

    En cuanto a la forma, el guión va pegado a la palabra siguiente:
    “—No, se ha equivocado —En ese momento…”

    Dos errores de concordancia:
    “que presagiaban que, tarde o temprano, en un escenario de fidelidad, desembocarían en una petición de mano.”
    “Lo que había hecho durante esas semanas no le definían como ser humano”

    Y tres tildes en frases interrogativas:
    “—Nunca está de más saber quién es la persona…”
    “qué estaba haciendo Elena quién sabe con quién.”

    Creo que tu margen de mejora está en dar las informaciones necesarias para entender y seguir la trama y evitar recargar con datos que no ayudan sino que despistan. Y marcarte un límite de palabras antes de empezar a escribir.

    Enhorabuena por tu trabajo.
    Nos leemos 🙂

    • Jose Romero dice:

      Muchas gracias por tu esfuerzo en responder tan exhaustivamente. El límite de palabras me lo apunto porque no sé si se llegó a explicitar de forma contundente. Haré el esfuerzo aunque debiéramos negociar antes la longitud entre todos.
      Lo de Juan Antonio lo añadí por dar pistas sobre Tomás, pero es cierto que di bastantes para ir digiriendo con antelación el desenlace. Fui bueno.

      Un abrazo.

      • Jose Romero dice:

        Natalia, estoy quitando palabras y rehaciendo cosas. Voy por 1369. Te mantendré informada si consigo rebajarlas.

        • Jose Romero dice:

          994 palabras. Ya no sé qué más quitar ni si he cortado algo importante. Te lo dejo aquí por si quieres valorarlo:

          En la quinta planta de un edificio de oficinas, decenas de hileras de cubículos albergan a jóvenes bien vestidos trabajando en riguroso silencio para una multinacional tecnológica. Dos de ellos cuchichean a escondidas:
          — Esto te está matando, Eloy. No puedes vivir con esta incertidumbre.
          — Ya lo sé. Acumulo semanas sin dormir por esta ansiedad que llevo todo el día encima.
          — ¿Y por qué no le preguntas directamente si está con otro? — propone Rubén.
          — ¿Estás loco? —responde Eloy con enojo. —No quiero hacerle un interrogatorio. Elena lo negaría todo y me tacharía de paranoico, dejando nuestra relación a la deriva. Tengo que conseguir pruebas irrefutables.
          — Pues entonces toca pasar al siguiente nivel,— concluye Rubén.
          — ¿Y cuál es ese?
          — …Empezar a seguirla.
          — Ni de coña, no valgo para eso. Además si me pilla, se acabó.
          — Bien, no lo hagas tú. Contrata un detective.
          — ¿Con nuestra porquería de sueldo?
          — Hay otra opción…yotecubro.com… Se trata de un web que te pone en contacto con otro cornudo sin declarar como tú, perdón, para que él haga el seguimiento de tu pareja y tú, de la suya.
          — Estás peor de lo que pensaba.
          — Tú mismo,— dice Rubén, dando por finalizada la conversación y volviendo la vista a la pantalla de su ordenador, justo cuando el supervisor se acerca a su zona, ávido de meter rapapolvos a principio de semana.

          Pasan los días, y Eloy sigue recopilando pistas poco concluyentes. Le parecen demasiadas aunque los besos apasionados de Elena dejan más confusión. Finalmente, decide, por salud, poner fin a la situación. Resuelto, se registra en yotecubro.com.

          A los pocos días, le sobresalta la llamada de un número desconocido.
          —¿Sí?
          —¿Eloy? —dice una voz quebrada, quizás por el tabaco, quizás por alguna emoción en plena ebullición.
          —Sí, soy yo. ¿Con quién hablo?
          —Mi nombre es Tomás. Estoy buscando un compañero para hacer el seguimiento de mi novia. He visto que tu zona de preferencia está cerca de su domicilio.
          —Claro. Podemos quedar, conocernos y decidir si somos compatibles.
          —Bueno, tampoco necesitamos ser amigos. Simplemente busco alguien discreto, paciente y minucioso.
          —Sí, la verdad es que el trabajo suena aburrido, pero yo puedo tener las mismas dudas respecto a ti.
          — No es el mismo caso. Créeme. Con todas mis novias, de forma aleatoria, hago seguimientos de este tipo. Nunca está de más saber quien es la persona con la que te acuestas, —sentencia Tomás.
          — ¿En serio? —exclama con impulsividad Eloy pero intentando suavizarla de inmediato. —Bueno, con los tiempos que corren, con tanta lascivia, es una buena medida.

          Dos días después conoce a Tomás. De aquel encuentro, Eloy saca algunas conclusiones. Para empezar se trata de un tipo con mucha experiencia. Si Elena ocultaba algo, parece fácil que Tomás lo descubriera. Por el contrario, encuentra su carácter algo huidizo, plasmado en la evitación de todo contacto visual. Eso, unido a su piel pálida, enfermiza, le produce cierto desasosiego. Aún con todo, decide que sea su compañero de pesquisas. Se pasan fotografías, direcciones y agendas de sus respectivas parejas, emplazándose para más adelante.

          Cuando llega ese día, la excitación embarga a Eloy. Por un lado, por fin sabría qué estaba haciendo Elena a escondidas quién sabe con quién. Por otro, su investigación había resultado fructífera, lo que le provocaba tanta satisfacción como vergüenza.
          Eloy siente el estómago contraído o incluso vacío. Desconoce el impacto que le causaría la noticia que no esperaba. Con esa desazón empuja la puerta del café donde se había citado con Tomás. Tras barrer con la mirada el interior del sitio, lo ve en la última mesa, de espaldas, acurrucado bajo una trenca negra aún puesta a pesar de la cálida temperatura del local. Sin levantarse, le estrecha una mano que parece inerte por el tacto y por la nula presión ejercida. Expectante por las noticias toma asiento desatendiendo esa desagradable sensación, al tiempo que pide al camarero un té verde moruno.
          Ninguno de los dos se decide a hablar así que Eloy trata de distraerse mirando a la entretenida gente de alrededor. Tras unos eternos minutos, el silencio muere.
          —¿Y bien? — pregunta, Tomás, tranquilo.
          —Lo siento pero no traigo buenas noticias. —Se detiene un momento dudando sobre cómo dar la información. Aquel tipo no le parece normal. —La he visto en actitud romántica en distintas ocasiones con un joven. Aquí tienes las fotos.
          Tomás aprieta los puños, se esconde las manos bajo la mesa y masculla entre dientes un «condenada…».
          —¿Qué vas a hacer? —cuestiona Eloy, sin saber muy bien con qué intención, mientras agradece al camarero que le trajera el té, pagado al momento.
          —Por lo pronto, acabar con esto.
          —Es lo mejor. Quien te engaña no merece tu compañía. —Y tras dejar un silencio necesario para que digiera la información, le pregunta, guardándose el cambio:
          —¿Y de Elena qué has descubierto?
          —No puedo decir lo mismo. De hecho, lo que te está ocultando es una fiesta sorpresa multitudinaria por tu cuarenta aniversario.
          —¿En serio? —dice, asombrado, mientras suelta un gran soplido, al tiempo que siente culpabilidad. — ¡Seré estúpido! —Exclama, reprimiéndose más ostentación de alegría dada la situación de su compañero de mesa. — Bien, te agradezco mucho tu dedicación, Tomás, y siento este golpe. Será mejor que me marche. Si necesitas algo…
          —Tranquilo. Esto ya es cosa mía.
          Abandona presto el local, sin querer mirar atrás ni a Tomás ni su té aún caliente, pretendiendo así que ese lapso oscuro de su vida desaparezca. Se siente sucio, mala persona.

          Se acerca el día de su cumpleaños, y con ello, la sorpresa. Respecto a Elena, vuelve a entregarse con plenitud, reviviendo aquel idilio que se había anquilosado.
          En uno de esos días, alguien llama a la puerta a una hora inesperada; «¿quizás fuera la destapada fiesta la que se esconde en el rellano?» piensa con emoción. Abre raudo.
          —Buenos días, ¿es usted Eloy Sambuena? —dice con voz severa un corpulento policía.
          —Sí, —responde Eloy, con voz temblorosa.
          —Queda detenido por su presunta participación en el asesinato de Pilar Cambrils.

          • Jose Romero dice:

            Como ves, también he cambiado las formas verbales pues no había coherencia entre la primera parte y el resto.

          • Natalia dice:

            Hola, Jose
            Creo que lo más fácil es que pongamos un límite. Por ejemplo, entre 800 y 1000 palabras.
            Veo que lo has pasado al presente. En ese caso, estas frases habría que dejarlas así:
            “Por un lado, por fin sabrá qué ha estado haciendo Elena (…) Por otro, su investigación ha sido fructífera, lo que le provoca tanta satisfacción como vergüenza.”
            «¿Quizás es la destapada fiesta la que se esconde en el rellano?» piensa con emoción.
            Me sobra lo de “pagado al momento”. Lo dejaría en: “que le trajera el té.”
            Espero haberte ayudado.

  • Jorge dice:

    Hola Jose.
    Me ha gustado mucho tu relato. El giro final es inesperado. Es verdad que te hueles que algo va a dar un giro, pero el que tu das es muy original. Por otro lado, quiero decirte que este texto es de los que menos se ve esa impronta tan personal tuya. y yo creo que es bueno. Se lee perfectamente y se entiende todo. Me has conseguido entretener y sorprender.
    Cosas para mejorar. Por un lado, Eloy no se aguanta mas y llama a la web y luego decide esperar un mes a hacer sus pesquisas. Me parece demasiado tiempo. Dado el estado de nervios de Eloy, cuesta creer que no haya reventado por algún sitio (discutiendo con Elena o el mismo por dentro).
    Llegando al final, nos anticipas (de forma un poco descarada) que no va a haber fiesta sorpresa cuando dices “la supuesta fiesta sorpresa”. En ese momento, tanto Eloy como los lectores, estamos convencido de que va a haber fiesta, y estamos también lo suficientemente “moscas” para saber que algo puede cambiar. Ese aviso es muy concluyente.

    Ha sido un placer leerte. Te repito “me ha gustado mucho”.
    Enhorabuena.
    Nos leemos.

    • Jose Romero dice:

      Muchas gracias por tu entrega para el feedback. Tienes razón que no debí escribir “supuesta”. Una gran cagada. Lo de esperar un mes es por la norma que establece la misma web. Realmente espera en dar la información, pero ésta la va recogiendo durante todo ese tiempo. Con respecto a su ansiedad, cambiar cosas, como empezar a investigar a la novia de Tomás hace que deje de centrarse en sí mismo constantemente, cosa que es muy terapéutica. Además Elena seguía tratándole con cariño, lo que algo le apaciguaría.
      Me alegro que te haya gustado porque haya perdido mi impronta… 😉

      un placer como siempre. Abrazos.

      • Jorge dice:

        Hola Jose.
        Ya sé que lo de “perder la imponta” se puede leer al revés. Me alegra que lo hayas tomado con humor.
        Yo creo que perder tu impronta es bueno, porque “no dependes de tu impronta”, pero sigue siendo tuya. Es decir que tu puedes volver cuando quieras a usarla porque es única e intransferible, es tuya.
        Es decir, que te has hecho independiente, y eso te tiene que dar alas, por fuerza, sin perder lo anterior.
        Abrazo

  • Alberto dice:

    Joder, Jose! Qué buena historia! ¿De donde has sacado esa idea? A ver si vas a acabar de guionista… Para empezar, me he tragado lo de yotecubro.com y lo he buscado 🙂 Los diálogos están muy bien, todo el texto es ameno, y no he encontrado frases recargadas (ya sabes que es la crítica que, subjetivamente, suelo hacerte). Te felicito por el ejercicio. Encima lo escribiste en pocos días, si no me equivoco. Muy buena descripción del personaje de Tomás a través de sus gestos: la mirada, el apretón de manos. He intuido que Tomás pensaba matar a Pilar, pero ese final… encima nos dejas en ascuas!
    Solo te comentaría acerca del recuerdo del compañero de colegio, que no sé si viene muy a cuento… pero como veo que la historia puede continuar, como dice mi profesor de autobiografía me la envaino.
    En fin, hay alguna mejora que acertadamente han comentado los compañeros (es de agradecer el curro de Natalia), así que solo te daré la enhorabuena. Nos leemos.

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