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Los gimnasios llevaban cerrados dos semanas y Nuria no sabía por cuánto tiempo más. Ella era una buena monitora, quizás podía intentar dar clases por Youtube, como su amigo Alberto, pero ya había mucha gente que lo hacía y conseguir seguidores no era tarea de hoy para mañana. Vivía al día, como tanta gente en los últimos años y sus pocos ahorros no tardarían en agotarse si esto seguía así.

Su primera iniciativa fue intentar reducir sus facturas. El alquiler del piso era su gasto más grande, desde el año pasado, que lo dejó con su novio y se fue a vivir sola, se llevaba gran parte de su sueldo. El piso no era muy grande pero le costaba 700 euros. Pasó por su cabeza el coche, recién terminado de pagar, pero seguro que ahora si quisiera venderlo no le ofrecerían mucho. Pensó en la factura de internet y el teléfono, imposible prescindir de su única ventana al mundo exterior. Un cambio en la luz y el agua ni se podían plantear, como mucho reduciendo un poco la potencia de la electricidad, se podría ahorrar unos euros, pero llegaba el verano y sin aire acondicionado aquel piso sería un infierno.

Decidió intentarlo con el alquiler, había oído que la gente lo retrasaba o lo negociaba. Buscó el número de la inmobiliaria en la agenda, por un momento sintió cómo un agobio nublaba su cabeza, abrió la ventana y se dejó refrescar un poco por brisa. Tomó una última bocanada de aire fresco y resuelta marcó el número. Al segundo tono una voz de mujer un poco aflautada contestó:

— Inmobiliaria Condor, dígame.

— Buenos días, ¡qué suerte que estén abiertos!

— Sí, parece ser que somos un servicio esencial.

— He oído por las noticias que se puede hacer renegociación del alquiler, ¿es cierto?

— No, aquí no nos han dado orden de hacer nada de eso. Lo único que se permite es el aplazamiento hasta cuatro meses después del estado de alarma y pagarlo en los siguientes dos años.

— Pero los alquileres ahora tendrían que bajar ¿no?

— Habrá que esperar para verlo, nuestra central no nos ha dado ninguna indicación al respecto. Como sabrá, pertenecemos al fondo Cerberus y cualquier decisión sobre esto está muy centralizada.

— Bueno, entonces parece que no me queda otra opción que aplazar.

— Si me dice su nombre y dni y se lo solicito. Recibirá un correo electrónico para confirmar.

Mientras le decía sus datos, su cabeza no dejaba de pensar que los siguientes meses iban a ser muy duros.

— Ya está. ¿Puedo ayudarle en algo más?

— No, gracias.

— Hasta luego, entonces. ¡Que pase usted un buen día!

— Adiós.

 

Nuria, se dejó caer sobre el sofá visiblemente abatida.

— ¡Mierda!, ¿y por qué no se llama directamente Inmobiliaria buitre?

Encendió la televisión, la programación era la de siempre, noticias del coronavirus. Aunque la vieras sin volumen sabías de qué se trataba. Todos esos coronavirus de fondo eran como un paisaje irreal que lo inundaba todo.

Hablaban de las colas de gente esperando para que les dieran comida en las ONG y en las iglesias. Le horrorizaba pensar en encontrarse en esa situación algún día, no podría soportar la vergüenza.

La siguiente noticia trataba las dificultades de los agricultores para vender parte de su producción, que no encontraba salida y para encontrar gente que recogiera sus productos. Curiosamente salía el nombre de un pueblo que está relativamente cerca de donde vivía. En los subtítulos aparecía un número de contacto. De forma casi automática lo marcÓ en su móvil. Lo pensó y dijo ¿Por qué no? No puede ser peor que estar aquí encerrada.

— Buenos días. Dígame.

— Buenos días, he oído que buscan gente para trabajar en el campo. ¿De qué se trata?

— Ahora mismo estamos buscando para la campaña del espárrago.

— Y, ¿todavía es posible apuntarse?

— Sí.

— ¿Qué condiciones tiene?

— Salario mínimo por ocho horas de trabajo y complemento de vehículo según kilómetros.

— ¿Cuándo podría empezar?

— Mañana mismo, si quiere.

— Apúnteme y dígame dónde tengo que presentarme. Me llamo Nuria Barbate.

— Añover de Tajo. Puede presentarse en la entrada del pueblo a las 7:00.

— De acuerdo.

— Sí me da su email le envío el salvoconducto por si le para la Guardia Civil.

nuriabarbate1989@gmail.com

— Llévese ropa cómoda y una gorra o sombrero si tiene.

— Gracias, mañana allí estaré.

 

A la mañana siguiente se presentó en sitio acordado, casi todos los que había por allí eran inmigrantes, un grupo de subsaharianos, otro de rumanos y unos cuantos que, como ella, no parecían haber trabajado nunca en el campo.

Salió del coche con sus mallas de pilates y su gorra de Nike, que dejaba salir por detrás el pelo recogido en una coleta. Todos se volvieron para observarla. Se acercó al que estaba tomando nota de los nombres. Este le pidió su DNI para hacerle una foto y poderlo enviar para formalizar el seguro. Le entregó también una mascarilla y le dijo que les llevarían a la finca por turnos para cumplir con los criterios de distanciamiento social.

Llegaron a la finca, un llano inmenso donde salían de la tierra una multitud de espárragos  curiosos. Un joven, bastante simpático, que parecía del pueblo, le saludó y le preguntó de dónde venía. Ella le dijo que trabajaba como instructora de pilates en Getafe. El chico le entregó una especie de cuchillo muy largo y le explicó como cortar los espárragos. Por un momento se sintió como la protagonista de Kill Bill levantando al viento aquel cuchillo con elegancia en sus movimientos y lanzando una estocada a la tierra para sacar las puntas de los espárragos que luchaban por salir a la luz.

El chico sonrió y le dijo con ironía:

— Aquí te cansarás de hacer el saludo al sol.

— Vamos a probar — respondió ella, sin dejarse asustar.

 

El chico tenía razón, cuando llegaron las 12:00 el sol escachaba. Ya le dolían los pies de caminar pisando terrones, se arrepintió por no haberse traído las botas de montaña. No sabía si quitarse la mascarilla o no, porque se había levantado viento y el polvo se le metía en la boca. Cada poco tiempo tenía sed. Dios, ¿Cómo le podía parecer caro esto en la tienda?, con el esfuerzo que requería. ¡Cuánta gente dedicada a proporcionarnos comida cobrando lo mínimo!

Por fin termino la jornada, se había olvidado la crema solar y estaba roja como un cangrejo. Sintió un descanso enorme al sentarse en su coche y encender el aire acondicionado. De repente, escucho un mensaje en su whatsapp, era una petición de change.org Ayudar al sector primario, a la población vulnerable y evitar desperdicio alimentario.

Ni que la hubieran estado observando. Sonriendo por la coincidencia, la firmó y comentó su experiencia.

 

Aquí podría terminar este relato, pero quizás tengas curiosidad por conocer el comentario de Nuria y la idea para la que pedían firmas.

Para los que tengan interés diré que se trata de una idea para  incentivar la compra del consumidor con criterios de bien común.

La actual crisis está acentuando los desequilibrios de mercado e incrementando la desigualdad y la pobreza.

Hay dificultad para dar salida a ciertos productos agrarios y ganaderos, excedentes que se desperdician y desequilibrios en los precios que atentan al bien común y ponen en riesgo un sector tan estratégico como el sector alimentario. No hay que olvidar todas las protestas que desde hace meses llevan haciendo los agricultores hasta que llegó a la pandemia. Estos las suspendieron para centrarse en producir alimentos para que no faltara comida en nuestras mesas, aunque los problemas no se han resuelto.

Pues bien, esta petición trata de pedir al gobierno el desarrollo de una idea, articulada en la bonificación al consumidor en los precios de ciertos productos con una herramienta tecnológica eficaz, basada en Bigdata, con la que se trabajará por la eficiencia  y la justicia de la cadena alimentaria.

En la práctica el consumidor, compraría los productos identificándose con una tarjeta o una app de tal forma que el establecimiento enviaría el detalle de la compra a un servidor central del estado para su tratamiento, recibiendo el consumidor posteriormente una bonificación.

Dicha bonificación podría consistir en el reintegro de un porcentaje del precio del producto después de la compra o en cobrar parte del sueldo como remuneración flexible, obteniendo un ahorro fiscal, para comprar estos productos.

En el caso de las ayudas de una futura renta básica, parte se entregaría para realizar compras de los productos de este sistema. Estas ayudas tendrían la ventaja de no estigmatizar a la población que las reciba, ya que comprarían a través del mismo sistema.

Los establecimientos de venta adheridos se seleccionarían según criterios que permitan ayudar a la pequeña y mediana empresa, que es la que genera empleo y no evade impuestos.

Los productos serían escogidos según criterios ecológicos, ayuda al pequeño productor, evitar excedentes, la estabilización de precios y mejora de las condiciones laborales.

Esto tendría un efecto contrario al IVA, pero si bien modificar los tramos del IVA en los productos es un proceso complicado y lento, este sistema sería rápido y eficaz y guiado por información objetiva gracias al gran nivel de detalle de los datos.

 

Si has llegado hasta aquí, quizás la idea te ha podido parecer interesante. Si como Nuria te sientes concienciado para apoyarla puedes firmar en https://www.change.org/sinergia_alimentaria, si no, puedes ver el comentario de Nuria, que pone fin a su día en el campo.

 

Join the discussion 10 Comments

  • Natalia dice:

    Hola, Carlos
    Me ha gustado tu relato. Nuestra realidad actual genera muchísimas situaciones incómodas, y más que incómodas.
    Una vida más o menos estable se ve agitada por la falta de trabajo y por todas sus consecuencias asociadas. El trabajo en el campo está muy poco valorado, por no decir nada, y de ahí comemos todos. Es claramente una injusticia.
    Quiero destacar tu empeño en defender lo que crees justo y tu implicación para dar voz a quien no la tiene. Me parece muy loable y te animo a seguir adelante con ello.

    En cuanto a lo formal, te han faltado algunas tildes en verbos y en frases interrogativas.
    dejó, pasó, terminó, escuchó
    “sintió cómo un agobio nublaba su cabeza”
    “Apúnteme y dígame dónde tengo que presentarme.”
    “le preguntó de dónde venía.”

    Aquí me han faltado dos comas:
    “Sí, me dice su nombre y dni y se lo solicito.”
    “Mañana mismo, si quiere.”

    En este diálogo, para que sea más fluido, habría que responder a la pregunta.
    — Ya está. ¿Puedo ayudarle en algo más?
    — No, gracias.
    — Hasta luego, entonces. ¡Que pase usted un buen día!
    — Adiós.

    ONG se escribe en mayúscula.
    https://www.fundeu.es/noticia/oenege-el-lenguaje-en-el-tiempo/

    Este “si” es condicional, así que no lleva tilde. Sólo la lleva el “sí” afirmativo.
    “Si me da su email, le envío el salvoconducto por si le para la Guardia Civil.”

    Dos cosas más anecdóticas, el “saludo al sol” es una práctica de yoga, no de Pilates jeje
    Me has enseñado una palabra nueva: escachar.

    Enhorabuena por tu trabajo 🙂
    Nos leeemos.

    • Jose dice:

      Una apreciación sobre tu comentario del Saludo al Sol, que es cierto que es de yoga. Lo está diciendo un personaje que además sea de un pueblo apartado que el yoga se conozca de oídas. En ese caso, podemos permitir que sea él quien incurra en el despiste y no el autor del relato. En ese caso, ¿sería necesario que el narrador lo deje claro para no quedar en “mal lugar”?

  • Carlos dice:

    Hola, Natalia
    Me alegro que te haya gustado y gracias por el repaso formal.
    Ya he corregido lo que me has comentado, este relato lo quiero dejar bien para que sirva para promocionar la campaña de change.org.
    Estaría muy bien que además de pasárnoslo bien escribiendo nuestras palabras sirvieran para algo.

    Gracias.

  • Natalia dice:

    Pues muy bien, he hecho mi chiquitísima colaboración de correctora 🙂
    Claro que sí, que las palabras sirvan.
    ¡Suerte!

  • Jorge dice:

    Hola Carlos.
    Una ficción muy real. Efectivamente la situación que planteas se esta dando en la actualidad y mas que se va a dar. Por desgracia, tras la crisis sanitaria va a venir una profunda crisis económica que va a dejar mucha gente en la calle. Como bien dices en tu relato, los alquileres tienen que bajar y adaptarse a la nueva situación. Pero si no lo hacen a la velocidad que muchas personas necesitan se verán empujadas a la precariedad o a compartir piso/casa.
    Me gusta tu iniciativa. Lo que tú propones no es mala idea, pero muchos de los problemas (no todos) de los campos vienen impuestos por la cadena de distribución (supermercados e hipermercados) que cobran caro al consumidor y aprietan al productos. Cualquier iniciativa que los haga prescindibles y conecte consumidores y productores de forma directa, será un éxito. Pero la dificultad no es tecnológica, es mas bien logística. Fíjate que todos los hiper online han visto multiplicado por 5, por 10 o mas la demanda de pedidos y no los han podido atender todos por problemas de logística (habiendo ánimo de lucro de por medio).

    Bueno, que me ha gustado tu trabajo y tu iniciativa

    • Carlos dice:

      Hola Jorge,
      gracias por comentar.
      En este caso he querido juntar ficción y realidad, me gustaría que las palabras sirvieran para cambiar cosas y acepto sugerencias a la historia para este fin.
      La idea de #sinergiaalimentaria lo que pretende es equilibrar la actual cadena alimentaria.
      No pretende conectar directamente consumidor y productor, los actores actuales siguen siendo válidos.
      Lo que pretende es bonificar la compra de productos que se seleccionarían con sello del “bien común”, que de otra forma no pueden competir en igualdad de condiciones con los grandes productores y las grandes superficies.
      Al aumentar el porcentaje de bonificación del Estado al consumidor por comprar el producto conseguimos que la demanda aumente y se equilibre con la oferta para que los productos perecederos no se pierdan, si fuera el caso.
      Al aumentar las ventas al mismo precio conseguiríamos fortalecer los pequeños productores y los pequeños vendedores, mejorando la competencia e influyendo en la otra parte de la cadena alimentaria.
      Parte de lo el Estado bonifica por un lado le va a volver por otro por impuestos.
      Bueno, van surgiendo muchas ideas al respecto que hay que ir desarrollando.
      Por cierto, para convertirse en protagonista de la historia hay que firmar 😉
      Saludos

  • Jose dice:

    Hola, Carlos
    He contabilizado unas 1.114 palabras, algo más de 300 frente a lo pactado. Te propongo que lo revises y hagas una labor de poda. A mí me pasó lo mismo. Lo terminé con 1.355 y empecé a quitar y quitar, incluso cosas que pensaba importantes, pero que al final uno se da cuenta que quitan dinamismo e impiden que la cosa vaya fluida. Y aún así también me quedé por encima de lo pactado pero mucho más cerca que al principio.

    Me gusta que hayas utilizado una protagonista femenina. No recuerdo que hubieras hecho esa elección con anterioridad. Nos tenemos que acostumbrar a meternos en la piel de todo tipo de gente, entre otras del sexo opuesto. Yo me lo tengo que aplicar constantemente porque se me olvida.
    Empieza el narrador pisando fuerte con dos cosas que yo no metería en boca de este: “Nuria no sabía” y “Ella era buena monitora, quizás podía intentar”. Creo que la voz del narrador no debe decir eso. Otra cosa es que ella pensara pero tampoco sabría cómo encajarlo desde el prisma del narrador. Creo que todo ese párrafo desde el enfoque de Nuria, hablando ella, hubiese sido más adecuado. Quizás haber empezado el relato en modo narrador con “vivía al día” y todo lo anterior que fuera Nuria la que de alguna forma lo expusiera.
    Dicho esto, he visto obras, no necesariamente literarias sino en formato audiovisual, que el narrador sí adopta un rol como el que tú le quieres dar, con lo que todo lo que te he dicho probablemente esté errado.

    En el primer párrafo nos haces ver la precariedad económica en la que se encuentra, todas las posible estrategias que le permitirían estar mejor. En ese punto se sucede una retahíla de alternativas. La situación es desesperante. No sé si te planteaste meter algún aspecto emocional que nos transmitiera de forma más directa lo que siente en ese momento, pero al utilizar ese narrador es complicado hacerlo. Sin embargo, me parece necesario, para darle más tridimensionalidad al personaje, introducir carga emocional y de paso que el lector se vaya atrapando más, que quiera leer más de ella.
    El diálogo con la agente inmobiliaria me resulta excesivamente largo. Si lo importante es transmitir que esa vía que se había planteado no sale como esperaba, con la mitad de diálogo hubiese sido más que suficiente.
    La misma sensación tengo con el siguiente diálogo. Con esos dos diálogos reducidos, podrías agilizar el texto bastante.
    A partir de la situación de ella en el campo entiendo que se cierra la parte de incomodidad en lo referente a su situación económica. Sin embargo, es desde ese punto cuando veo más a la protagonista, quizás porque me la esté imaginando mejor.
    Creo que es hasta ese momento cuando querías hacer ver y transmitir la incomodidad. Corrígeme si me equivoco.

    El tema social es muy recurrente en tu obra. Haces mucha falta como motor de cambio. Sin embargo, el escrito donde más aprecié tus buenísimas cualidades fue el del nieto con su abuelo vendimiando, nada que ver con la crítica social. Me gustaría verte mucho más en esa faceta. Ambas pueden tener su propio espacio. Pero a esta que más me gusta le das poco de comer. ¡¡Que no se nos muera!!

  • Carlos dice:

    Hola Jose,
    gracias por comentar y plantear mejoras.
    En cuanto al tamaño del texto, la idea era que llegara hasta: ” Sonriendo por la coincidencia, la firmó y comentó su experiencia.” pero se me ocurrió meter un epílogo. 🙂

  • Alberto dice:

    Se agradece comprobar que hay personas como tú tan apegadas a la realidad social. No solo te preocupa; transmites tus denuncias en voz alta y además te implicas en una recogida de firmas. Es un tema que me toca también, pués durante años he sido parte de un grupo de consumo… Espero que el trabajo y la lucha del sector agroalimentario consigan girar la dirección del barco, porque si no lo tenemos claro.
    Me ha gustado el relato, he sentido la angustia de la protagonista (muy visual en “Hablaban de las colas de gente esperando para que les dieran comida en las ONG y en las iglesias. Le horrorizaba pensar en encontrarse en esa situación algún día, no podría soportar la vergüenza”). Buen desarrollo de la idea, exponiendo que a veces no tenemos donde rascar a la hora de bajar gastos, denunciando el comportamiento de buena parte del sector inmobiliario, y girando luego a la realidad de la precariedad en el curro de los temporeros.
    Te señalaría un par de frases: “El alquiler del piso era su gasto más grande, desde el año pasado, que lo dejó con su novio y se fue a vivir sola, se llevaba gran parte de su sueldo”, pide un punto o punto y coma en lugar de la primera coma, se entiende mejor. En “una voz de mujer un poco aflautada”, ya sabes, dejar claro que la mujer no es un poco aflautada, que es la voz jejeje
    Suerte con la iniciativa

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