Domingo 31 de agosto de 1997
Querida Nadia,
Estos dos meses han sido los más maravilloso de mi vida. El día que nos conocimos, teníamos todo el verano por delante. Cambiaste mi mundo sin darte cuenta. Tu pelo rubio y tus ojos verdes me llamaron la atención enseguida, tu mirada me transmitió calma. Yo no suelo hablar mucho y tú también permanecías callada, dejando a tus amigas con el protagonismo entre mi grupo de amigos. Siempre he sabido que hay algo mucho más valioso en las personas silenciosas, que escuchan y miran con atención, que en las que hablan siempre y se creen el centro del mundo. Me reconocí en ti y fue como estar en casa. Lo noté desde el primer momento.
¿Recuerdas cómo nos mirábamos? Tu primera sonrisa fue el mejor regalo. Con un leve movimiento de cabeza, te invité a alejarnos de nuestros amigos. Nadie se dio cuenta. Cuando te acercaste a mí, pude olerte y ese dulce aroma me acompañó cuando me presenté. Paseamos por las afueras del pueblo, con el frescor de la noche, siguiendo el camino asfaltado alumbrado por las farolas. Me dijiste tu nombre y me pareció el más bonito del universo. Empezamos a hablar, a conocernos, y no paramos. No quería que la noche acabara, cualquier breve roce con tu piel al andar era una descarga de energía que me hacía sentir invencible. Al cabo de un rato, me cogiste de la mano y yo quise andar ese camino iluminado para siempre.
De repente, empezaron a estallar los fuegos artificiales para cerrar las Fiestas, a lo lejos. ¿Te acuerdas? El primer estallido te asustó y me reí. Me gustó ver tu sonrisa conectando con la mía, bucear en tu mirada y saber que quería vivir en ella en un bucle temporal sin fin. Nos detuvimos y contemplamos la lluvia de colores sobre el lienzo negro, sin luna pero lleno de estrellas. Cuando terminó el espectáculo, me miraste y ya no quise frenar mis ganas de tus labios y me fundí en ellos. Cerré los ojos y me dejé llevar por las olas de tu boca salada. Bajé por tu cuello, besé tus hombros. Nos abrazamos y ya no quisimos parar. Recuerdo cada segundo tatuado en mi mente. Terminamos tumbados entre los árboles, a un lado del camino, mirando a las estrellas. Como en un sueño perfecto.
Desde ese día no nos hemos despegado. Este verano en casa de mis abuelos ha sido el mejor de mi vida. Lo he pasado tan bien contigo. Lo primero que pensaba por las mañanas era en ir a tu casa a buscarte. He disfrutado las tardes de piscina, nuestros paseos nocturnos, cada segundo que he podido estar contigo. Me siento tan afortunado.
Hoy quería darte las gracias por todo lo que hemos vivido juntos. El tiempo se nos ha acabado, tengo que volver a Berlín y seguir con mis estudios. Ha sido tan difícil despedirme de ti antes de que mis padres me llevaran al aeropuerto. No podía parar de besarte, quería llevarme tus besos conmigo. Los voy a echar tanto de menos. En cuanto he montado en el avión, he necesitado sacar mi libreta y mi bolígrafo para escribir. Tenía un nudo en la garganta y sólo consigo que apriete un poco menos expresando lo que siento. Desde aquí, en el vacío del cielo, tengo ganas de gritar.
Sólo me queda un curso y terminaré el bachillerato. Espérame, Nadia. Volveré en diciembre, en Navidades, e iré a buscarte en cuanto pise España de nuevo. Te lo prometo. Te llamaré todos los días. No te olvides de mí, por favor. Yo te quiero. Cuando acabe este curso, podemos pensar juntos dónde estudiar nuestras carreras. Entonces no nos separaremos ningún día más, mi amor. ¿Te gusta este futuro? A mi me encanta imaginarlo. Sé que te he dicho todo esto antes de subir al avión. Sé que me has dicho que me esperarás, que me quieres, pero no soporto pensar que las promesas que nos hemos hecho se vayan a esfumar con esta separación física. Por eso las escribo. Lo hago con tanta fuerza que quedan calcadas sin tinta en la hoja siguiente del cuaderno. Si por escribirlas mil veces pudiera asegurar que siempre serán verdad, lo haría. Una y otra vez. Sin parar.
Miro por la ventana y veo el cielo, aunque yo ya he estado ahí sin estar en las alturas. Quiero seguir volando con los pies en la tierra, nunca antes me había sentido así. Somos tú y yo, con toda la vida por delante. Veo el futuro y es todo lo que quiero.
Con amor,
Miguel.
Hola, Natalia
Has hecho una carta de amor y te ha quedado muy redonda. Es preciosa. He sentido con el protagonista ese primer momento y cómo la emoción le termina atrapando aunque desde un primer momento ya está “pillado” por ella. Me ha parecido un sentimiento muy natural y puro. Daba la sensación que era el primer amor, el que duele en los picos y destroza en los ocasos. Después no sé qué sentimiento es más fuerte, cuando piensa en el futuro, si esperanza o pavor porque todo haya sido un leve sueño de verano. Berlín está muy lejos para un adolescente.
Lo dicho, has dejado muy bien retratada la situación y has sabido transmitir las emociones por las que va pasando Miguel.
Enhorabuena.
Hola Natalia.
Preciosa carta de amor. Aunque me cuesta pensar que un adolescente escriba así de bien, pero seguro que existe y que es posible. Te centras en ese primer paseo, en ese primer beso, en ese primer momento. Luego ya pasas al dolor de la separación y a la nostalgia inmediata que aparece. Es bonito ver el futuro basado en el principio de una historia de amor. Está bien descrita y llega.
Te tengo que confesar que hasta el final del relato he pensado que era la historia de dos chicas. Y es que creo que no das ninguna pista sobre el género del narrador. De cualquier manera es igual de hermosa.
Me he imaginado que son dos adolescentes que pasan meses de verano en un pueblo, aunque luego solo conocemos de ellos su primera noche. Ese dato del principio: “meses” junto con que ella va a acompañarle al aeropuerto (se supone que la llevan sus padres porque es adolescente) son los que nos dan pistas de una relación, quizá, un poco mas asentada y él solo recuerda en su carta la primera noche… hay algo que no termina de estar bien asentado. Si quitáramos la palabra meses y el lugar aeropuerto, podría ser ese amor de verano atemporal y fugaz que se hace presente, como al protagonista, en el avión, y no puede parar de escribirla. Si es algo mas asentado, entonces a la carta le faltaría algo que encaje esa primera noche con la relación que en realidad tienen los dos. No es crítica y ya ves que no es contundente, pero ahí dejo la sensación, por compartirla.
“ojos verdes”. Ya son mas de dos las veces que te refieres a ojos verdes como canon de belleza. Esto habrá que explicarlo algún día… digo yo.
En el anterior texto dejaste un enlace a una canción y yo la escuché, pero no tenía claro si podía haber sido un error. En este texto queda claro que no fue un error y que empieza a ser un “modus operandi”. Es un interesante recurso que me gusta. Enhorabuena por la idea y por la elección de las canciones.
Que me ha encantado volver a leerte.
Gracias. Nos leemos.
Hola, Jorge
Yo sí creo que un chico de 17 años puede escribir bien. Yo tenía compañeros talentosos en el instituto y yo misma ya escribía.
Al principio Miguel dice que se conocieron y que tenían todo el verano por delante. La carta está escrita a fecha 31 de agosto, con lo cual la relación dura desde que empezó el verano. De todas formas, para que quede más claro, he puesto “estos dos meses”.
También al principio cuenta que ella era la que estaba callada en su grupo “de amigas” y él lo era de su grupo de “amigos”. Aquí ya estaba dejando ver que eran chica y chico.
No quería dar demasiadas explicaciones porque la carta es para Nadia y ella ya sabe el tiempo que han estado juntos y qué día empezaron. Serían explicaciones para el lector y se perdería credibilidad.
He añadido un breve párrafo para que se vea que han estado juntos durante el verano. Es verdad que sólo hablaba del primer día y podía confundir. También he puesto que se despidieron antes de que los padres de Miguel le llevaran al aeropuerto.
En cuanto a los ojos verdes, creo que otras veces he puesto “ojos marrones” (como Elia, la prima italiana). No sé qué será, mi madre tiene los ojos de ese color.
Desde que escribí la carta para mi abuela en la que rebelé que toda la vida he cantado, me pareció coherente mostraros esta otra faceta de mí. La música me inspira para escribir y la escritura me conecta con canciones. Hay quien escribe sus novelas escuchando una u otra música para inspirarse y asocia cada novela con un repertorio musical. Es una vía directa para mí, las dos cosas significan expresar emociones. Creo que las canciones potencian el efecto de la lectura. La que he dejado para este texto recuerda un primer amor, los protagonistas cruzan sus miradas muchos años después y, por un momento, vuelven a ser quienes fueron. Por eso la carta es de 1997, es un amor que se recuerda. Que quería ser futuro pero el tiempo y la distancia se lo llevaron por delante. Ese espacio de tiempo en qué duró la historia de amor está ahí, en un mundo paralelo al que volver a través de los recuerdos, que conserva la esencia de quienes se quisieron a morir.
Muchas gracias por leerme y por tus recomendaciones. Me han servido para pulir el texto.
Un abrazo.
No me hagas ni caso. Lo mío es pura envidia por no haber vivido una historia tan bonita como MIguel.
Yo lo que quiero es que te arranques por “ojos verdes”… para que te la vayas preparando.
Aplaudo tu iniciativa lecto-musical. Me encanta. Hay un libro de un vallisoletano que se llama “Memento Mori” (luego hizo una trilogía) y en ese libro la banda musical tiene mucho peso…ahí lo dejo, por si la quieres leer e inspirarte para luego adaptarla a tus gustos.
Gracias por estar ahí.
Hombre, sí te hago caso… en lo que yo creo que tienes razón. Y, si no comparto tu opinión, te doy mis razones. Este diálogo enriquece 🙂
Entonces quién tiene fijación por los “ojos verdes” ¡eres tú! 😛 Ya veo que esta es la siguiente petición. Vaaaaaale, pues me la preparo jejejeje 😉
Apunto “Memento Mori” en la lista de pendientes. ¡Gracias!
Y gracias a ti por estar también.