Skip to main content

En la acera de una de las grandes avenidas de cualquier ciudad donde hay ricos, riquísimos,
y pobres, paupérrimos, se ha dispuesto una improvisada oficina a pie de calle, construida con
unos cartones, trozos de un palé carcomido y un colchón de medio cuerpo algo mohoso.
—¡Últimas parcelas! ¡Compren por unos céntimos una hermosa parcela en el cielo! —grita
enfervorizado un joven harapiento.
—Oiga, ¿qué majadería es esa? —pregunta un anciano visiblemente enojado, levantando un
bastón de madera noble.
—Ninguna tontería, caballero. Hoy y aquí tiene la posibilidad ÚNICA Y EXCLUSIVA de
adquirir un terrenito encima de un prado de esponjosas nubes.
—Déjalo, Honorato —dice la mujer, maquillada en exceso, que porta una de las permanentes
más antiguas de la ciudad— ¿no ves que es un mendigo?
—De mendigo, nada, señora. Soy emprendedor de lo invisible. Puede consultar en este QR
todos los servicios que ofrezco —dice enseñándole el folleto de una pizzería a domicilio.
—¿Q qué?
—QR. Bueno, da igual. Se lo digo aquí mismo. Además de las parcelas tengo un repertorio
de buenos sentimientos y ofrezco un pack de cuatro porciones de amor por el precio de
cinco y, también…
—Será al revés —objeta Honorato.
—¿Cómo al revés?
—Serán cinco porciones de amor por el precio de cuatro.
—Tiene razón y no la tiene.
—¿Ya me quiere liar otra vez?
—No, para nada. Le explico —dice sonriendo con una boca que alberga solo unos pocos
dientes ennegrecidos—. El amor tiene una extensión concéntrica e indivisible. Cuando se
está bajo su influjo es imposible no repartirlo de forma indiscriminada, porque es una fuerza
que te posee.
—Ah, pues algo que yo no controle no quiero.
—Entonces le recomiendo el paquete que incluye tolerancia y sabiduría.
—¿Y qué hace mi marido con sabiduría? ¿Eso da dinero?
—No le quiero engañar sobre el efecto de lo que vendo, pero si no da dinero seguro que
ayuda a moverlo.
—¿Y mover el dinero de qué sirve?
—Como el agua cuando se estanca.
—Ah, eso sí lo entiendo.

—Oh, disculpen un momento —dice mientras se saca un plátano del bolsillo—. ¿Sí, dígame?
Sí, efectivamente, me quedan unas pocas,… sí, sí, de acuerdo, ¿entonces me responden en
quince minutos? Perfecto, gracias.

La pareja se mira con cara de no saber resolver integrales cúbicas, pero no dice nada.
—Disculpen, parece que el canal online está funcionando mejor que el presencial. Menos
mal que me adapté a los tiempos y tengo mi propio copywriter.
—Entonces, ¿qué hacemos? —pregunta la mujer.
—¿Cómo que qué hacemos, cariño? —dice entre dientes y tratando de mantener la calma.
—¿Compramos tolerancia?
—¿Para qué demonios?
—Recuerda, tu hijo quiere ser músico.
—Ah, sí. ¿Y crees que ayudará?
—Perdonen que les interrumpa, pero veo que para asegurarnos el éxito debería venderles
también sentido artístico.
—De eso tenemos, no se preocupe.
—Quizás tengan uno de otro tiempo. En ese caso, sólo deberían adquirir una actualización.
Tienen suerte porque el precio cambia ostensiblemente.
—¿Actualización?
—Sí, es algo peliaguda porque incluye algo que la gente teme: la modificación de un par
genético. Es necesario porque si no es imposible entender estilos como el reggaetón.
—¿Me toma el pelo?
—Sí, me ha pillado, el reggaetón no lo trabajo.
—Pero con la actualización se alterará su conciencia de tal forma que les parecerá celestial la
música de su hijo.
—Menos si lo que compone es reggaetón.
—Efectivamente.
—Creo que me voy a llevar una parcela en el cielo.
—Sabia elección.

 

 

Leave a Reply

Thank you for your upload