Traté de imaginar mi ciudad en ruinas. Me vino a la mente un recuerdo, recorriendo mi ciudad por las páginas de los episodios nacionales de Benito Pérez Galdós.
“Zaragoza no se rinde. La reducirán a polvo: de sus históricas casas no quedará ladrillo sobre ladrillo; caerán sus cien templos; su suelo abrirase vomitando llamas; y lanzados al aire los cimientos, caerán las tejas al fondo de los pozos; pero entre los escombros y entre los muertos habrá siempre una lengua viva para decir que Zaragoza no se rinde.”
De eso ya hace más de doscientos años y algo hemos cambiado.
Estos días no se escucha el resonar de los cañones, pero otro mal nos acecha y las calles se quedan desiertas. El silencio se rompe de vez en cuando por el sonido de una ambulancia que pasa y pienso «Ahí va otro». Esta vez, como entonces, la defensa de la ciudad se hace casa a casa, pero el enemigo no son los franceses, es un enemigo invisible, que intenta apoderarse de nuestro cuerpo hasta extinguir nuestro aliento.
La ruina en esta ocasión se cierne silenciosa. Los muertos que no han podido despedirse de sus familias, las familias que no pueden despedirse de sus muertos, la ansiedad y la soledad del confinamiento forzoso. La ruina económica, como una tortura gota a gota, avanza día a día, alcanzando a más hogares, privados de poder trabajar.
Hoy los sanitarios son nuestros principales defensores. Renovados héroes, como fueron Agustina de Aragón, Palafox o Manuela Sancho, están en los hospitales atrincherados, esforzados por defender nuestras murallas, con pocos medios, ante el envite letal de nuestro enemigo.
Cuando ahora la gente se asoma a las ventanas ve un mundo en calma, como detenido en una mañana de domingo. Ahora son otras ventanas, las de luz digital, las que nos enlazan con el mundo en movimiento, las que nos comunican con los nuestros, las que nos entretienen e incluso a algunos nos permiten seguir trabajando.
Pero esta situación, como las actuales guerras, ejercidas desde la distancia, genera una sensación de asepsia, nos da una falsa sensación de seguridad.
En la mayoría de los casos, esta reclusión, no será más que una experiencia molesta en la comodidad de nuestras casas.
Estamos en un momento de confusión. La recomendación de no usar el transporte público choca con la de hace unos meses cuando en la cabeza de todos estaba la preocupación por el cambio climático. Mantener aislamiento social me resulta extraño observando la imparable tendencia a la aglomeración en nuestras ciudades mientras nuestros pueblos que se van quedando vacíos. Creemos tener seguridad pero estamos indefensos y casi sucumbimos por no disponer de producción propia de equipos de protección contra el virus. También echamos de menos una mayor potencia científica que recortamos tiempo atrás. Nuestros agricultores no pueden vivir de su trabajo, ¿renunciaremos también a la seguridad alimentaria?
No es una guerra, son muchas guerras, no es una crisis, son muchas crisis en las que estamos inmersos. Pero en esta crisis del virus hemos comprobado que hay muchas cosas que estamos dispuestos a sacrificar, hay muchas cosas que se pueden hacer si nos lo proponemos.
Este tiempo muerto puede servir para una revisión de nuestros valores que se difuminaban pisoteados por las prisas del día a día. Estos valores reaparecen de repente, igual que el Himalaya ha vuelto a aparecer en el horizonte de una India cubierta por el smog, igual que en las ciudades volvemos a escuchar el canto de los pájaros.
Ahora que tenemos más tiempo, que somos más caseros, que podemos disfrutar del raro lujo del aburrimiento, quizás podamos percibir el sabor de que otra vida es posible. Quizás estar más tiempo con los hijos, no pasarnos la vida en el transito diario, dejar surgir la creatividad nos pueda curar un poco la enfermedad de la vida moderna.
Pensar en el movimiento frenético y agotador que está produciendo la globalización me aturde.
Mientras leo el libro “El turista desnudo” observo lo reciente del turismo masivo que convierte al mundo en un parque temático. El protagonista, harto de recorrer un mundo prefabricado trata de buscar el sabor de lo autentico en Papúa, uno de los últimos lugares vírgenes de la Tierra. Allí encuentra a los kombai. Mientras él se sorprende por su incomunicación ellos se quedan espantados al ver al hombre globalizado que va de un lugar a otro como enloquecido. Allí, desnudo, el turista encuentra la sensación de felicidad que buscaba.
Y es que en vez de hacer pasar el mundo por nuestros ojos hay que tratar de vivir en un mundo posible.
Ha llegado el momento de reconstruir nuestro mundo en ruinas. ¡Escucha!, el mundo no se rinde.
Hola, Carlos
Tu texto es como un artículo de opinión en un periódico. Está bien escrito y creo que mejoras la puntuación cada vez más.
Me ha gustado la forma en qué desgranas cada aspecto de la realidad que vivimos, desde la serenidad y la reflexión. Espero que la gran mayoría lleguemos a conclusiones que nos hagan ser mejores, que nos llenen de responsabilidad para considerar mejor los pasos a dar en la vida. Sé que habrá una parte de la población que, en cuanto se pueda y el miedo se disipe, volverá a las andadas. Es lo más realista. Pero seguro que una gran parte vivirá con más intensidad y consciencia de las consecuencias de sus actos para el planeta.
En lo formal, aquí me sobre el “que”:
“mientras nuestros pueblos se van quedando vacíos.”
He anotado tres comas:
“También echamos de menos una mayor potencia científica, que recortamos tiempo atrás.”
“El protagonista, harto de recorrer un mundo prefabricado, trata de…”
“Mientras él se sorprende por su incomunicación, ellos se quedan…”
Y “tránsito diario” lleva tilde, sino sería “yo transito”.
Enhorabuena por tu trabajo.
Nos leemos 🙂
Hola Natalia,
pensé en mi ciudad en ruinas y mi memoria me transportó a los episodios nacionales. Después una reflexión me llevó a la otra.
Gracias por leerme.
Me ha gustado mucho que emplees el texto para hablarnos de ti, sin ficción, de cómo sientes lo que está pasando. También agradezco que sigas recordando injusticias, nuestros manchas negras, como los recortes en sanidad o en investigación, el maltrato a los productores rurales, o las consecuencias devastadoras del turismo masivo. Bonitas las metáforas del Himalaya y los pájaros. Me quedo con ese ‘disfrutar del raro lujo del aburrimiento’; aunque yo esté programado para estar siempre activo, incluso confinado, sé que hay mucha sabiduría en esa frase. Parece interesante ese ‘El turista desnudo’, he echado un ojo a la sinopsis, me lo apunto. Entretenida y saludable reflexión. Gracias por compartirla. Nos leemos.
Hola Alberto,
este momento de aislamiento da para mucha reflexión. Me gusta que compartas lo del raro lujo del aburrimiento.
Gracias por comentar.
Hola Carlos.
Tu artículo está bien escrito. Tu opinión está muy bien reflexionada y se lee con facilidad. Por supuesto, estoy de acuerdo con la gran mayoría de aspectos que criticas.
Me han gustado alguna que otra frase que quisiera destacar: “como una tortura gota a gota, avanza día a día, alcanzando a más hogares, privados de poder trabajar.” y ese mundo “detenido en una mañana de domingo”. Creo que son metáforas acertadas y con las que empatizamos rápido, por la situación que estamos todos viviendo.
Hace un par de semanas, Yuval Noah (el autor de Sapiens) escribió un artículo, bastante extenso, en “la vanguardia” en el que reflexionaba sobre esta situación y también decía, y mejor, proponía conflictos a los que se debería estar dando solución, para que mejorar la reacción a futuras pandemias. Te lo recomiendo, porque a ti siempre te gusta estar bien documentado/informado.
En la parte para criticar, solo he visto algún que descolocado y poco mas.
Ehorabuena.
Nos leemos.
Hola Jorge,
me alegra que te gusten esas frases.
De Yuval Noah he leído un para le libros, tomo nota del artículo que me dices.
Gracias.
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Hola, Carlos
Gracias por empezar con la cita de Benito Pérez Galdós. Tiene mucha fuerza. Y además utilizas la frase principal de la cita para cerrar tu texto. Me parece acertado.
Has elegido un escrito con unas ruinas no arquitectónicas, las que produce un enemigo invisible.
Tu texto tiene forma de artículo, como ya te han dicho. Y como tal, el narrador hace una crónica del momento que se mezcla con un alegato que denuncia determinadas cosas. Tocas temas sociales muy importantes y pones en tela de juicio el sistema.
El libro que mencionas parece interesante. Podríamos añadirlo para nuestra lista de obras a tratar.
A nivel literario reconozco mis limitaciones para hacerte muchos comentarios. Me gusta lo bien que lo has escrito. Quizás podías haber añadido alguna historia concreta por aquello de meter algún personaje. Si bien es un hecho real y de actualidad con la inclusión de personas reales o imaginadas hubiese tenido más fuerza.
Nos vamos leyendo.
Hola Jose,
me alegro que te haya gustado. Coincido contigo con que la frase de Galdós tiene mucha fuerza. He intentado dar otra visión de lo que es una ciudad en ruinas, en este caso un mundo ya que estamos globalizados.
Gracias.