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Tres años, tres meses y un día es el tiempo que Manuel lleva parado, el tiempo que hace desde que cerró su empresa por un expediente de regulación de empleo  y  supuesta quiebra . Supuesta, porque se sabía de buena tinta, que el grupo al que pertenecía la empresa contaba con beneficios provenientes del resto de empresas y aún así, cerraron de malas maneras y lo echaron al FOGASA. Estas siglas le sonaban desconocidas hasta que le tocó aprender que se trataba del Fondo de Garantía Salarial, un organismo que no es garantía ni de salario ni de indemnización completa y que no lograba compensar ni la rabia, ni el sufrimiento de las noches en vela de los últimos meses de trabajo.

Después de tantos años, tuvo que asumir que no tenía donde ir por las mañanas. Mañanas en casa, que no eran como las del fin de semana, ya ni siquiera las del sábado eran como antes. Mientras le duró la prestación por desempleo, mil euros redondos, trato de buscar trabajo en lo suyo, pero no había nada. Siguiendo los consejos que le dieron en el SEPE se apunto a varios cursos:

— Lo primero que debe hacer es un buen currículum, es su carta de presentación.

— Pero, ¿y no prestan ayuda para eso? , casi no sé manejar el ordenador.

— Hoy en día quien no sabe de informática no es nadie, le recomiendo hacer este curso de Word.

— Sí, apúnteme, tengo ganas de aprender.

Este curso y otro de internet básico  lo sacaron del analfabetismo digital, pero no tanto como para optar al puesto de community manager para el que le avisaron, se sentía fuera de lugar en ese entorno. Todo esto le superaba, ya habían pasado seis meses y la prestación por desempleo en su cuenta se hizo más magra, setecientos catorce euros con veintiocho céntimos.

Paso el tiempo y el paro se acabó. Su mujer, que nunca había trabajado con nómina, siempre haciendo faenas por las casas, tuvo que incrementar su clientela. No llegaban a fin de mes y es que los alquileres de los pisos se habían puesto imposibles y eso que vivían en un barrio obrero. Él se sentía impotente, perdido, inútil, ¿cómo podía ser que no le llamaran para nada?

Pero aún llegaron tiempos peores, el coronavirus se extendía por Europa. Un aviso en su móvil le hizo mirar su correo, era una oferta de empleo. Hacía meses que no tenía ninguna y le sorprendía que precisamente hoy, en pleno confinamiento, le llegara una. Sus ojos se iluminaron con un pequeño rayo de esperanza mientras una sombra de inquietud le recorría el cuerpo.

— ¡Mira María, tengo una entrevista para mañana!

— ¿De qué es?

— No lo pone, solo que me presente en esta dirección a las nueve.

— ¿Ves como siempre hay esperanza?

— A ver si esta vez me cogen, le dijo dándole un beso.

A la mañana siguiente se presentó media hora antes en perfecto estado de revista y provisto de mascarilla. En la cola, no había mucha gente y todos respetaban la distancia recomendada por las autoridades.

— Buenos días.

— Buenos días, siéntese — le dijo sin darle la mano, sentado al otro lado de la mesa.

— Gracias.

— Según su currículum veo que lleva en paro más de tres años.

— Así es, no hay trabajo de lo mío y no he podido encontrar nada en otros sectores.

— Veo que tiene un curso de auxiliar de clínica.

— Sí, lo acabé hace dos meses.

— Como usted sabe, debido al coronavirus, hay una gran demanda de sanitarios. ¿estaría dispuesto a trabajar?

— Sí claro, lo que más quiero y necesito es trabajar. — dijo, tragando saliva y con la cabeza un poco confusa, sin hacerse aún idea de lo que implicaba.

— Sería para prestar atención en una residencia de ancianos.

— Entiendo — contesto automáticamente, no pudiendo decir nada más.

— Por supuesto, puede pensárselo, tiene de plazo hasta mañana para responder. Puede llamarme a este teléfono— añadió mientras le alargaba el brazo con su tarjeta.

— Claro, me lo pienso y le digo mañana.

— Tenga un buen día.

— Muchas gracias, hasta mañana.

Aprensivo como era, no era precisamente un buen día lo que le esperaba. Había escuchado por la tele la difícil situación que se vivía, toda esa gente infectada en estado crítico, esa idea le angustiaba. La gente que se dedicaba a cuidarles le parecían verdaderos héroes. También él abría cada noche a las ocho la ventana para deshacerse en aplausos. Ahora, el destino le pedía pasarse a ese lado.

— María.

— ¿Qué tal te ha ido?, estás pálido.

— Bueno, me han dicho para que es.

— ¿Para qué? Cuenta.

— Para una residencia de ancianos, — dijo con la voz entrecortada — con ese virus suelto por ahí.

— Si tienes miedo, no lo cojas, ya nos apañaremos — le dijo mientras le abrazaba.

— No puedo negarme, es mi oportunidad de levantar cabeza y … — contesto como pudo mientras sentía cómo una mano invisible apretaba su garganta y varias lágrimas brotaban por sus ojos. — además, si no lo hago, igual nos quitan la ayuda.

— Pero, la salud es lo primero, Manuel.

— Si a ti te parece bien, lo voy a aceptar.

A la mañana siguiente llamó para aceptar el trabajo. Cinco minutos después, recibió por mail su contrato por quince días.

Join the discussion 9 Comments

  • Natalia dice:

    Hola, Carlos
    Me ha gustado tu relato. Tú siempre tan pegado a la actualidad.
    Se unen dos situaciones difíciles: estar en paro largo tiempo y la situación de alarma en la que vivimos en estos momentos.
    Está claro que es muy duro no tener trabajo, para el funcionamiento de un hogar y para el propio parado. El miedo es grande, pero él quiere trabajar, pese a todo. También hay que tener en cuenta que no se pueden rechazar empleos así como así, para que no te quiten la prestación. Muy complicado, la verdad.

    En lo formal, faltan algunas tildes:
    “trató de buscar trabajo” (sin tilde, el verbo estaría en presente)
    “pasó el tiempo” (mismo problema)
    “contestó automáticamente”, “contestó como pudo” (mismo problema)
    “me han dicho para qué es”
    “aun así” se escribe sin tilde. “Aún”, con tilde.

    Enhorabuena por tu trabajo.
    Nos leemos 🙂

    • Carlos dice:

      Hola Natalia,
      pues si es muy complicado, sobretodo porque estamos más preparados para trabajar que para buscar trabajo. Por eso no conviene dormirse en los laureles porque en cualquier momento cualquiera puede estar fuera del sistema.

  • Jorge dice:

    Hola Carlos.

    Me ha gustado tu relato. He visto muchas cosas que has ido mejorando. En la primera parte, donde nos expones la situación de tu protagonista, ese descanso con el diálogo en estilo directo, ayuda a descansar al lector. El segundo acierto, es que la situación que planteas, no es impersonal. Tiene un personaje/afectado con el que se empatiza con facilidad, por tanto, al denunciar una situación a través de la experiencia de un personaje, acercas al lector. De esta primera parte me ha gustado especialmente “…no lograba compensar ni la rabia, ni el sufrimiento de las noches en vela de los últimos meses de trabajo”, una metáfora muy descriptiva.

    La segunda parte, con el personaje ya presentado, se resuelve, casi entera en estilo directo, y esto es un acierto, porque como lectores, la vivimos junto al personaje. Está bien enlazado, el problema del paro con la excepcional situación actual y con la difícil decisión. Incluso el final vuelve a denunciar, la precariedad de la situación laboral actual.

    A corregir, pequeñas cosas: “se apuntó” es con tilde, “community manager” yo creo que va en cursiva, al ser un anglicismo.

    Pues lo dicho, enhorabuena por tu relato.
    Nos leemos.

    • Carlos dice:

      Gracias Jorge,
      me alegra que este estilo llegue más, unas veces sale mejor que otras.
      He tratado de denunciar la situación de indefensión que sufre la parte más débil, el trabajador.
      La precariedad es total, curiosamente el contrato dura lo que dura la incubación del virus.

  • Alberto dice:

    Me ha gustado, Carlos. Sencillo y con la fuerza suficiente. Ya desde el primer párrafo nos sitúas en la cruda realidad y denuncias una injusticia de nuestro entorno y de nuestro tiempo. Me ha gustado el estilo del texto, me han resultado significativas y con alma varias frases y expresiones que le ponen salsa a la prosa, como ‘mil euros redondos’ y la cantidad menguada posterior, ‘También él abría cada noche a las ocho la ventana para deshacerse en aplausos’, o ‘…no lograba compensar ni la rabia, ni el sufrimiento de las noches en vela…’. Me parece interesante la disyuntiva ante la que se encuentra el personaje, y el cierre, con otra amarga crítica, tiene fuerza. Como cosas que puliría me resulta curioso que el servicio de empleo llame a un casi analfabeto digital para un puesto de community manager, y la introducción del coronavirus es muy fugaz.
    Nos leemos.

    • Carlos dice:

      Hola Alberto,
      es cierto que lo de community manager está un poco forzado, pero quería resaltar el contraste entre la oferta laboral actual y la cualificación de los trabajadores con una edad para estos temas.
      Lo del coronavirus es cierto que es fugaz pero es una información que tenemos asumida, simplemente quería poner a Manuel en la difícil tesitura de elegir.

  • Yuri dice:

    Hola, Carlos,

    Enhorabuena por el texto, está muy logrado. Como a Jorge, también me ha encantado lo de “no lograba compensar la rabia”. El texto tiene ese aire ácido de rabia al principio que lo enfatiza. Has compensado muy bien lo que nos cuenta el narrador con lo que nos expones en estilo directo. Buen ritmo, enhorabuena.

    un abrazo,

  • Jose dice:

    Hola, Carlos
    ¡no te has resistido al tema de actualidad! Creo que si agendáramos otra tarea de coronavirus la finiquitaríamos en un día.
    Describes muy bien la realidad laboral en España de una gran parte de la población.
    Me ha hecho gracia la vacante de CM, sobre todo al pensar que seguramente Manuel no tendría ni idea de en qué consistía eso. Tampoco es descabellado ir a una oferta de empleo sin saber de qué se trata en sí como ocurre con el puesto en la residencia. En este último además, he visto a Manuel yendo por una cinta transportadora al matadero. Me ha dado pena.

    Enhorabuena.

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