Me estoy retrasando y no pasa ni un taxi libre. Estoy tan desesperada por llegar que incluso me he planteado coger el metro en la estación de Pàdua. Ja, ni de coña. No sé quién habrá dicho eso en mi cabeza. Me imagino cómo recuerdos de vivencias anteriores piden la palabra queriendo meter baza para manejar la vida de una. De la carcajada que me entra por pensar semejante tontería, un anciano se gira y me sonríe. Seguro que le he alegrado la mañana de su triste y anodina vida. A este paso llego tarde a mi cita con Boris y pretendo que eso no pase de ningún modo. Quizás Miguel, a pesar de lo tonto que es, descubra que no he quedado con el concejal y no me apetece tener que darle explicaciones. Aunque como se atreva a afearme la conducta, lo callo rápido. Le saco tres o cuatro cositas que él y yo sabemos, secretos suyos que no lo dejarían en muy buen lugar si en la oficina se conociesen y asunto arreglado. Pero si me escapo del trabajo, al menos que me sirva de algo. Joder, esto con el Aston Martin no me pasaría. Ya me imagino agarrando el volante con la firmeza que le tomaría el sexo a Boris… una pena que sea gay. Aunque con mi silueta de infarto quizás pueda hacer un paréntesis a sus principios. Sin embargo, prefiero evitar ponerlo a prueba, porque no soy mujer que acepte un no por respuesta y aprecio demasiado mis sesiones particulares de yoga. Me ayudan a olvidar al atajo de incompetentes que trabajan conmigo. Para empezar, a Gustavo, el director general, que no tenía bastante con ser un tarugo, que ahora además, desde que se divorció de su mujer, no para de mirarme los pechos, supongo que preguntándose si son tan turgentes como parece anunciar mi blusa de seda blanca que tanto me gusta lucir todo los martes, para la reunión interdepartamental. Aunque es normal. No debe ser fácil reprimirse cuando se tiene tan cerca, día tras día, a una belleza como la mía. Puedo entenderle, y quizás me dé por flirtear si necesito conseguir algo que esté en su mano, pero jamás dejaré que compruebe lo tersa que tengo la piel con sus rollizos dedos. Y si quiere desahogarse siempre tiene la opción de servirse de alguna becaria con aspiraciones. De las que han comenzado este año, Eloína sin duda es la que más aptitudes tiene. Es muy despierta y con los valores sin asentar, como debe ser. Ahora que lo pienso, es demasiada vivaz. Voy a dejar de darle consejos sobre cómo progresar en nuestra organización, por si algún día quiere mi despacho, o peor aún, se quede con el que tiene Miguel con vistas al mar. Eso sería humillante. Aunque para llegar a eso, todavía le queda. Para entonces, quizás sea yo la directora general. Me gusta hablar con las jóvenes, son divertidas, tanto como lo era yo cuando empezaba en este mundillo, y a ellas les gusta escuchar mis aventuras. Sé que me ven como un referente. Verás cuando las monte en mi Aston Martin DB11 plateado. ¡Por fin, un taxi! Menudo frenazo se ha marcado el colega. Como si estuviera en su cabeza, “¡Este monumento no se me escapa!”. Me alegra saber que ya tendrá un motivo sublime para su conversación con el resto de taxistas mientras se come el bocadillo chorreante de atún con olivas que su mujer le habrá preparado esta mañana con pan descongelado.
¡Dios, cuánta mugre tiene este coche! Deberían retirar licencias por este tipo de cosas. Después se quejan de Uber. Porque tengo prisa que si no, me bajaba ahora mismo. Me tiene que haber notado el fastidio. No se atreve a darme conversación. Seguro que ha influido que le haya dicho que le baje la voz a Jiménez Losantos que, para iluminados, mejor los nuestros.
—Quédese con el cambio —le digo bajándome deprisa. Prefiero que no que me devuelva dinero que hayan tocado esas manos.
Una vez en el portal de Boris, mientras espero a que me abra, empiezo a entrar en modo zen. Desde luego, con este yogui todo lo que experimentas es distinto a cualquier otra cosa. Sales nueva y regenerada. Cuida todos los detalles, incluso la esponjosidad de la toalla perfumada que te deja para después de la ducha. A cambio, te pide un silencio absoluto. Él cree que así conseguirá que mi mente pare. Se asustaría si me oyera los pensamientos. Pero no hay riesgo porque puedo controlarlos. Aunque algunos pueden ser muy persistentes. Nivel medio de inglés.
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Hola Jose.
No he podido dejar de imaginarte escribiendo este relato. Disfrutando. Te metes en ese cuerpo de mujer exuberante, ególatra y elitista, enchufándonos el torrente de su pensamiento. A mí me ha colado, pero supongo que también ayuda el carácter de caricatura que le has querido dar. Habría que ver lo que piensa nuestra representante femenina.
La historia es divertida, porque es divertido leer como piensa ella de todo lo que tiene alrededor. La incorporación de lo que ella cree que piensa el taxista la haces entre comillas, y yo creo que metería la cita en estilo indirecto, para que todo sea flujo de pensamiento y te ahorras las comillas.
Se te dan bien los flujos de pensamiento. Con este ya son varios los que recuerdo y todos muy bien escritos. El cierre, enlaza con la historia anterior, pero si no se ha leído, queda un poco extraña esa frase final del inglés medio.
Turgente. No sé si ella pensaría de sí misma. Esa palabra no me encaja con el personaje…pero no sé si es personal.
Y nada más.
Enhorabuena.
Gracias por el feedback. La idea era hacer algo divertido y para ello, como dices, hacer un personaje que se vaya a un extremo. Este matiz no lo marcaba el texto de Alberto. Está claro que imprimimos en cada relato parte del estilo nuestro.
Cuando me decanté por terminar con la frase de nivel medio de inglés era necesario tener fresco el texto de Alberto para entender el punto. A mí me parecía que lo tenía pero es un error depender de otro relato para que se entienda algo.
La turgencia de los pechos creo que da continuidad a la imagen de egolatría que quiero dar, de una persona que si pudiera se follaría a sí misma.
Hola Jose,
me ha gustado tu historia.
No recuerdo con precisión la de Alberto pero la palabra Aston Martin me ha situado rápido en la historia, mucho más que la de nivel medio de inglés, que la veo sobrante dado que no cuenta nada sobre el curriculum del casi entrevistado, hubiera estado muy bien que se lo cruzará creando una situación anecdótica.
Has conseguido darle un enfoque muy extravagante, como has hecho en otras historias, pero no me imagino al personaje tan reflexivo y comentando ciertas cosas como “bocadillo chorreante de atún con olivas” o haciendo esas referencias a si misma.
En cualquier caso tampoco se pedía seguir el mismo estilo del relato, aunque por ejemplo, en el caso de Alberto que continuaba el relato tuyo el cambio de estilo estaba más justificado.
Hola, Carlos. Muchas gracias por los comentarios.
El nivel medio de inglés sale en el texto de Alberto pero el error es no haberlo introducido en mi texto antes pues como decía a Jorge, su entendimiento dependía de lo fresco que se tuviera aquel texto.
El personaje está bastante perfilado en el texto de Alberto pero entiendo que hay cosas del mismo que no se explicitan que dejan cierta libertad para que no haya perdida de coherencia.
No me ha quedado claro porqué es lícito que Alberto cambie el estilo en el texto del lago y sin embargo no ocurra así en el texto que he continuado yo.
Nos leemos.
Hola Jose,
creo que en el texto de Alberto continuación del tuyo se produce un cambio vital en el personaje y también pasa un tiempo razonable para que ese cambio tenga lugar.
En cambio en el tuyo es en la mismo día y leyéndolos seguidos resultaría muy chocante.
Espero haberte aclarado mi opinión.
Vale. Ahora lo entiendo. Muchas gracias 😉
Hola, Jose
Me ha gustado tu continuación. Rescatas a la tal Ana de Alberto, esa ejecutiva fría, calculadora y pretenciosa que dejaba sin entrevista de trabajo a Jose Manuel. Escribes sus pensamientos a partir de ese momento. Ana continúa despreciando a sus compañeros, juzgando a todo el mundo y creyéndose superior. Te ha salido igual de antipática.
El texto está bien escrito y puntuado, claro y ordenado, y se lee con fluidez. Creo que cada vez vas más al grano, puliendo tu estilo.
Releer el texto de Alberto y seguir con el tuyo, me ha hecho pensar en la “masculinización” de la conducta de Ana, una mujer acostumbrada a estar en la élite de su empresa (lugar en el que, por estadística, hay más hombres). Leí hace un tiempo que, cuando las mujeres alcanzan un cargo elevado en una empresa, se espera de ellas que asuman el prototipo masculino (fuertes, con decisión, no sumisos…) y que es lo que suelen hacer. Aunque se apuntaba que, poco a poco, esto va cambiando.
No digo que todos los hombres seáis así, que quede claro. Me refiero a que, en las altas posiciones de las empresas, en las que, de por sí, ya hay pocas mujeres (por razones muy extensas de contar), ellas pueden adoptar conductas masculinas para ser respetadas o para ascender posiciones. Pero creo que son conductas impostadas, ellas no son así en realidad. Y eso me lleva a pensar que una cosa es lo que finges ser y otra cosa es lo que piensas íntimamente.
A ratos este pensamiento de Ana me ha parecido más el de un hombre y me ha parecido menos creíble. Expresiones como “Ya me imagino agarrando el volante con la firmeza que le tomaría el sexo a Boris…” o “no para de mirarme los pechos, supongo que preguntándose si son tan turgentes como parece anunciar mi blusa de seda blanca que tanto me gusta lucir todo los martes” parecen de un hombre heterosexual. Creo que una mujer no se pone una blusa de seda blanca para que los demás vean sus pechos turgentes, lo hará porque pensará que la blusa le queda bien, para gustarse a sí misma. A lo mejor lo vería en el contexto de una cita (que tienes otro objetivo, jeje) pero no en una reunión de empresa (a no ser que te quieras ligar a alguno de la reunión :P). Con lo cual, no me encaja que Ana piense este “que tanto me gusta lucir todos los martes”. Eso parece más bien la opinión de alguien externo.
En lo formal, creo que aquí sería: “le callo rápido” (a él, a la persona).
“Lo callo rápido” se utilizaría si se refiriera a callo lo que sé, por ejemplo.
Enhorabuena por el texto.
Me llevo también una reflexión importante. Gracias.
Nos leemos 🙂
Gracias por comentar.
Me alegra que te haya gustado.
Cuando hablas de los motivos de por qué se pone la blusa, realmente hablas desde tu posición, tus valores y forma de ser. Obviamente no son los de Ana, que ve su cuerpo como una herramienta más para conseguir sus metas. Son frases que pueden quedar masculinas (más que heterosexuales) pero es que, como dices, ella se ha colado ese mundo de “machos” desde ese mismo enfoque machista. Desde ese punto de vista me parece creíble que lo diga.
Nos leemos.
Qué raro se me hace ver a un personaje salido de mi cabeza en el texto de otro… La verdad es que es un ejercicio genial, y los resultados son sorprendentes. Eres fiel al retrato de Ana, una persona fría, soberbia y con un punto oscuro de crueldad. Se me hace raro la referencia al taxi o al Aston Martin porque yo había imaginado físicamente donde estaba el piso de Boris (muy cerca de Via Laietana), pero es cierto que no lo había especificado. Es un texto con muy poca acción, tan solo el viaje en taxi y el resumen que hace de su estancia con Boris. El peso lo llevan los pensamientos de Ana, que utilizas para ahondar en su perfil. Hay frases que me han gustado y creo que definen bien al personaje: “Me gusta hablar con las jóvenes, son divertidas, tanto como lo era yo cuando empezaba en este mundillo, y a ellas les gusta escuchar mis aventuras”, “¡Dios, cuánta mugre tiene este coche! Deberían retirar licencias por este tipo de cosas. Después se quejan de Uber”. Y muy fino ese “para iluminados, mejor los nuestros”. A mi la frase final me ha resultado simpática, pero hubiera puesto énfasis en que imita con sorna la frase del currículum, no sé, tal vez con un entrecomillado.
Detecto algunos giros y expresiones que se me hacen algo cargados, y que identifico como un sello personal tuyo, aunque eran más frecuentes en el curso de EC. Por ejemplo, “Pretendo que eso no pase de ningún modo”, o “sirviéndose de pan descongelado”, donde yo hubiera puesto sin más ‘con pan descongelado’. Cuestión de gusto o estilo.
Coincido en la crítica que hace Natalia, algunas imágenes de la mente de Ana pertenecen a nuestra carga de género másculina. A mí, más que nada, me resultan algo cómicas (por lo exagerado) las frases “Con mi silueta de infarto”, “No debe ser fácil reprimirse cuando se tiene tan cerca, día tras día, a una belleza como la mía”, “Este monumento no se me escapa”.
Me ha chocado la expresión “no sea cosa que algún día quiera mi despacho”, no la conocía, ¿puede que sea algún préstamo lingüístico del valenciano?
Me ha hecho ilusión ver crecer mi relato. Muchas gracias por tu texto. Nos leemos.
Gracias por escribirme.
La verdad es que cuando decidí hacerlo pensé incluir a José Manuel para que tuvieran algún encuentro en el que ella se diera cuenta de la clase de persona en que se ha convertido. Al final, era tan fuerte el personaje de ella que me he dejado llevar sin dejar espacio para nada más. También quería romper con cosas anteriores y hacer algo sin grandes pretensiones con una acción sencilla y corta en el tiempo.
Sobre las expresiones masculinas, en el comentario que hago a Natalia explico por qué me parecen creíbles.
Me apunto las objeciones al estilo de esas dos frases. Y parece que se ha caído la frase de “no sea cosa”. Debe ser algo de la región que no tenía registrado conscientemente. Cagada.
Nos leemos.