He enseñado a centenares de niños a lo largo de dieciséis años pero ninguno me ha aportado lo que tú me diste. Muchos nombres se repiten a lo largo de los años pero solo conozco a una niña que se llame así: tú. Y no creo que vaya a conocer a otra persona que se llame igual. Lo pronuncio y florece tu recuerdo, me dejas desnuda, en la esencia, y me convierto en sentimiento.
Tus cinco letras se tornan un pincel, como el que retira el polvo de un tesoro enterrado que acaba de ser descubierto. Tú me regalaste uno y yo lo guardo para siempre, con las huellas marcadas con tus ojos azules, esos en los que me asomaba cada día intentando conocerte. Conectamos sin que me pudieras hablar, esos años en los que fui tu maestra. Tú me enseñaste más de lo que pude enseñarte yo. Tu alma atrapada se escapaba más allá de prisiones. La música, que todo lo conecta, te hacía sentir tanto como a mí. Sonreías por las mañanas y movías tu maraca con fuerza porque no salían palabras de tu boca para cantar con tus compañeros. Movías el cuerpo y sonreías. Eso era ser feliz.
Creciste y dejaste de ser mi alumna pero siempre te acordaste de mí. Me sonreías cuando te saludaba y buscabas mi mano para llevártela a la mejilla. Era tu forma de pedirme una caricia de las mías. Me emocionaba siempre al ver que no se te olvidaba ese gesto. Quería llegar a ti y tú a mí y la piel nos bastaba. Después del contacto, empezabas a hacer los ejercicios que practicábamos a diario en clase, un tiempo antes, moviendo los brazos arriba y abajo, para enseñarme lo bien que te salía.
Me sentía muy orgullosa de ti cuando andabas con el andador que te sujetaba por las axilas, montones de hierros iban por el pasillo de la escuela contigo, de punta a punta y vuelta a empezar. Y yo salía de mi clase para animarte, veía tu coraje y lo grande que eras. Nunca pudimos conversar y siempre me pregunté hasta qué punto entendías el mundo, hasta dónde me entendías a mí. Yo buscaba tu mirada y quería ver más allá pero no había respuestas.
Muchos kilómetros nos separan desde hace tres años pero yo no te olvido, nunca lo haré. Hoy te he recordado con viveza, espero que estés bien. Gracias por existir, Isona.
Muy sentido tu escrito. Tenías opciones. Conozco la sensación cuando te encuentras con una persona con parálisis o algo similar. Una de las cosas que pueden surgir es incomodidad. Tenías opciones. Podías haber evitado su contacto porque duele menos. Sin embargo, elegiste darle todo el amor posible, conectar con su parte más profunda, esa que está intacta. Eres grande.
Gracias, Jose.
Ella era una niña de sólo 4 años cuando la tuve de alumna. Estuvimos juntas dos cursos. No sabes todo lo que aprendí de la vida durante ese tiempo. Es tal cual, pronuncio su nombre y soy toda emoción.
Justo el día que publiqué, me llegó el corto a través de una compañera del colegio durante esos años. Le dije que me había recordado a ella y le pregunté cómo estaba. Sigue en silla de ruedas. Aunque ella se esforzó mucho por ganar fuerza en las piernas, la afectación cerebral es muy seria. No hablaba, no andaba pero reaccionaba a las caricias, a la música y a las voces.
Tiene ya 15 años.
Un abrazo.
Muy hermoso Natalia.
Es un texto profundo con muchos detalles poéticos. Hay frases que han conectado muy rápido. Transmites tristeza, pero como siempre como un elemento para poder ser optimistas.
M ha gustado mucho “Lo pronuncio y florece tu recuerdo, me dejas desnuda, en la esencia, y me convierto en sentimiento.”
También la figura del pincel que sale de sus cinco letras y sir ve para desempolvar tesoros. Muy emotivas.
Ya sabes que yo no soy capaz de encontrar errores formales, ya me gustaría.
Muchas gracias por este ratito.
A mi también me gustan estos comentarios y lo echaba de menos.
Gracias
Gracias a ti 🙂
Yo creo que esta semana hemos vuelto a casa y eso nos ha reconfortado.
Gracias a los dos por este espacio compartido para dejarse ir 🙂