La tarjeta de visita era de color negro, en una de sus caras solo una D dorada, en la otra un código QR. Había llegado en una carta certificada hacía un par de días. Tras escanear el laberíntico cuadrado, había accedido a una web que pertenecía a un bufete de abogados, especializado en herencias. Esto tampoco es que le hubiese aclarado mucho. La página se había abierto directamente en el área personal de usuario, allí se le emplazaba a una reunión, fecha, hora y lugar. Solo eso, pero aquella misteriosa convocatoria había despertado su curiosidad y, ahora, allí estaba, delante de un enorme edificio de ladrillo gris, lleno de hileras de ventanas de cristales opacos.
Subió las escaleras de mármol que conducían a la entrada, una puerta enorme de doble hoja, que no parecía encajar en estilo con el resto de la estructura, y accedió a un vestíbulo de tamaño descomunal. En él, lo único que había era un escritorio, diminuto en comparación con la estancia, tras el cual una señorita de moño alto y anteojos redondos, tecleaba veloz.
−Buenos días −saludó sin separar la vista del monitor−. ¿Qué desea?
−Verá… −¿Qué podía decirle? Ni siquiera él sabía por qué estaba allí−. Mi nombre es Kilian Usedio, hace un par de días recibí esto −dijo alzando la tarjeta para que la mujer la viese.
−Muy bien −contestó ella que seguía sin mirarle−. Puerta cinco, ascensor dos, pasillo M. Allí debe atravesar la sala 46, para coger el pasillo K, y buscar la puerta 784. ¿Necesita que se lo repita?
−No gracias, creo que lo recordaré −respondió con voz poco convencida mientras intentaba coger notas de las indicaciones en su móvil.
Kilian miró a su alrededor. A la derecha se habrían media docena de puertas grises, números pares todas ellas, a su izquierda otras tantas, pero marcadas con impares. Sin más dilación se dirigió a la número cinco. Al atravesar la puerta se encontró una sala con tres ascensores. El de la derecha estaba marcado con un número uno y una enorme flecha hacia abajo, el de la izquierda con el tres y una flecha hacia arriba. El ascensor del centro, el que debía tomar él, estaba marcado con el dos, y a diferencia de sus compañeros, no había ninguna flecha, sino una circunferencia dentro de otra, y otra, y otra, así hasta terminar siendo un agujero diminuto, parecía un embudo pequeño que se adentraba en la pared.
Miró a su alrededor un poco confundido. Ninguno de los ascensores tenía ningún botón para llamarlos. Lo único que encontró fue un pedestal con un lector, al lado de la puerta por donde había entrado. Sin saber muy bien que hacer, acercó la tarjeta con el código QR y, sin más, el ascensor dos abrió sus puertas. Una vez dentro pudo comprobar que allí tampoco había ningún botón, solo una enorme pantalla en la que parpadeaba de forma insistente su nombre junto con una M enorme.
El ascensor se puso en marcha con un leve tirón. Por un momento tuvo la sensación de que el no bajaba ni subía, sino que se movía en horizontal, pero en seguida descartó la idea por absurda.
Tres minutos después de que las puertas se cerraran, volvieron a abrirse. Ante él se extendía un pasillo larguísimo, en cuyos laterales se abría una cincuentena de puertas de color gris. Comenzó a andar con paso decidido. Unos mil quinientos pasos le separaban del final del corredor, y según veía avanzar los números que señalizaban las puertas, dedujo que su destino estaría al final del mismo; y no se equivocaba. Una vez llegó a la marcada con el número 46 dio unos golpes suaves, y sin esperar respuesta entró.
Al otro lado de la puerta se encontraba una habitación enorme con un centenar de mesas alineadas en cinco filas. Los grises sujetos que las ocupaban levantaron a la vez las miradas de los ordenadores y le dirigieron una mirada inquisitiva. Kilian, sintió un escalofrío desagradable recorriéndole la espalda, mientras que esos ojos le escrutaban, pero un segundo después todos devolvieron al unísono su atención a las pantallas.
Una vez se hubo librado de aquella atención indeseada, comenzó a atravesar la sala, intentando mantener la cabeza gacha y la mirada en el suelo. Por fin llegó a su destino, y cuando la puerta señalada con la letra K, se cerró tras de él, una sensación de alivio le inundo. El corredor que se abría ante Kilian poco tenía que ver con lo visto hasta ese momento en el edificio. El pasillo parecía curvarse, empequeñecerse, torcer y luego ampliarse; era como una lombriz arrastrando sus anillos. Además, la estética sobria y monótona que imperaba en el edificio y en sus ocupantes, allí era rota por un millar de puertas de distintas formas, colores y tamaños.
Comenzó a avanzar por la galería intentando encontrar la puerta 784, pero las entradas no estaban en orden, y tan pronto se encontraba a la altura de la 5 como de la 1368. Al cabo de un largo rato por fin encontró su destino.
−Adelante −dijo la voz de un hombre como respuesta a su llamada.
El cuarto que encontró era bastante pequeño. En el centro un escritorio, que debía haber sido montado dentro del despacho, ya que por dimensiones era imposible que entrase por la puerta. Delante de la mesa había dos sillas, una de ellas apartada un poco hacia un lado para permitir que la puerta pudiese abrirse, y detrás otra silla con un hombre diminuto con cara de topo, de ojos pequeños y negros, y mostacho tupido debajo del cual asomaban dos enormes paletos.
−Buenos días −saludó el hombrecillo con una sonrisa−. ¿Señor Usedio? Pase, pase. Siéntese por favor.
−Buenos días −correspondió Kilian con voz titubeante.
−Mi nombre es P. Sorní, y seré su asesor en el trámite.
−¿Y el tramite en cuestión en qué consiste?
El señor Sorní alzó sus cejas espesas y le miró con desconfianza,
−Verá −continuó Kilian que tenía la sensación de que le debía una explicación al hombre−. Yo lo único que sé es que hace unos días recibí esta tarjeta en mi domicilio emplazándome aquí. Lo cierto es que no tengo ni idea de qué se trata, he venido más por simple curiosidad.
−Está bien −continuó el hombrecillo−. Le hemos hecho venir para comunicarle que ha sido beneficiario de una cuantiosa herencia.
−¿Una herencia? ¿De quién? No tengo ningún pariente, que yo sepa.
−Se ha pedido que la identidad del benefactor quede en secreto.
−Y ¿en qué consiste la herencia?
−Pues, en cuanto firme estos documentos −dijo el hombre topo poniendo un taco enorme de hojas sobre la mesa−, y nos dé los datos de la cuenta en que desea que se le haga el ingreso, se le transferirán diez millones de euros.
−¡¿Cómo?! −A Kilian se le atragantó la pregunta, incapaz de creer lo que acababan de decirle.
−Lo que oye señor Usedio, diez millones de euros.
−¿Está usted seguro? ¿Debe haber un error?
−Le aseguro que no lo hay −dijo el señor Sorní con rotundidad−. Lo único que tiene que hacer es firmar estos documentos.
−Está bien.
Kilian agarró el taco de folios y comenzó a echarles un ojo, pero la complicada jerga legal y sus nervios, hacían que no se enterase de nada. Al final, apurado ante la idea de que todo aquello fuese un error y se quedase sin el dinero, agarró un bolígrafo y comenzó a firmar las hojas.
−Muy bien −dijo el hombrecillo mientras cogía el documento−. Pues ya está todo listo. Si hace el favor, de esperar en la sala de al lado… en unos minutos le entregaremos una copia sellada.
Kilian, incapaz de pensar con claridad, salió del despacho sin ni siquiera despedirse del hombre topo. No podía creer lo que estaba pasando.
La puerta contigua al despacho del señor Sorní, era cuadrada, de doble hoja y de color negro brillante, y tenía el número 1182 en rojo y caligrafía cursiva escrito a un lado. Kilian cogió aire y empujó las puertas, que cedieron de inmediato bajo su tacto. Al otro lado se extendía una sala alargada y estrecha, tanto que casi parecía más un pasillo que una habitación. La iluminación de la estancia era escasa, pero aun así pudo ver que había alguien de pie al fondo, imaginó que la persona que le daría los documentos sellados.
Con paso decidido se acercó hacia él, aún sin poder creer lo que le había pasado, mientras que su mente comenzaba a imaginar los miles de cosas que podría hacer con toda esa cantidad de dinero. Y entonces, cuando estaba a escasos cinco metros del individuo, la luz se intensificó de golpe. Lo primero que sus ojos vieron fue el cañón de la pistola apuntándole directamente a la cabeza, después, más allá del metal, su rostro, su propio rostro con una media sonrisa de satisfacción y una mirada decidida e inquietante. Kilian no tuvo tiempo de reaccionar y un segundo después la mitad de su cabeza había desaparecido, y su cuerpo caía de forma pesada.
La puerta de la habitación se volvió a abrir, y el hombre topo entro en ella, abrazando contra su pecho un enorme sobre marrón. Avanzó decidido por la habitación, esquivando con sumo cuidado el cuerpo del suelo y el enorme charco rojo que iba formándose a su alrededor, hasta llegar junto al desconocido que tenía el arma, y que miraba impasible aquel cuerpo que era el suyo, pero sin vida.
El señor Sorní ofreció el sobre al hombre.
−Aquí tiene señor Usedio, su nueva vida. Bienvenido a esta dimensión.
Hola, Diana
me alegra mucho volver a verte por aquí. Te ha salido un texto muy largo con un “prolegómeno” que llega hasta la mitad del relato. Realmente parece relevante para hacer que sintamos la inquietante situación, de difícil entendimiento, que abruma, en consonancia con el final de la historia que nos deja con muchos interrogantes.
Me gusta cómo ha ido el ritmo del relato, que no ha sido precisamente rápido sino envolvente, intrigante.
Nos metes en situación con mucho detalle laberíntico. En definitiva, el relato está bien contado y la historia queda muy curiosa. Da para más tema aunque está bien que termine como lo hace.
Te cuento los fallitos que he visto, básicamente ortográficos, y otras cosas de estilo:
– Al principio metes dos veces “enorme” demasiado cerca para mi gusto.
-La parte que dice el narrador “¿Qué podía decirle? Ni siquiera él sabía por qué estaba allí” no me queda claro si es una forma de expresarlo correctamente para un narrador.
-En “No gracias, creo que lo recordaré” falta una coma detrás del no.
-En “A la derecha se habrían media docena” sobra la h de habrían y falla la concordancia con el sujeto.
-En “Sin saber muy bien que hacer” falta la tilde de que.
-Encuentro que repites muchas veces la palabra ascensor. Tal vez, introducir alguna vez elevador hubiese quedado más “estiloso”.
-En “Los grises sujetos que las ocupaban levantaron a la vez las miradas de los ordenadores” creo que es más adecuado por “la mirada”. Por otro lado, repites varias veces “mirada” bastante cerca.
-En “la puerta señalada con la letra K, se cerró tras de él” sobra la coma detrás de k y el de (tras él).
-En “la estética sobria y monótona que imperaba en el edificio y en sus ocupantes, allí era rota” sobra la coma tras ocupantes.
-No olvides en números poner un punto cada tres dígitos.
-En “En el centro un escritorio” falta o un verbo o una coma.
-Dime qué son paletos, por favor.
-En “¿Debe haber un error?” falta una de (debe de haber) y sobra la interrogación.
-En “la complicada jerga legal y sus nervios, hacían que no se enterase de nada” sobra la coma.
-En “Si hace el favor, de esperar en la sala de al lado” sobra la coma.
-En “La puerta contigua al despacho del señor Sorní, era cuadrada” sobra la coma.
-En “tenía el número 1182 en rojo y caligrafía cursiva escrito a un lado” parece que faltan dos comas o cambiar el orden: tenía el número 1182 escrito a un lado en rojo y caligrafía cursiva.
Nos leemos!
Hola, Diana
Me ha gustado tu texto. Esta perspectiva fantástica que imprimes a tus relatos me resulta muy refrescante. Debes de ser una persona que aprende de forma visual porque tus descripciones nos sitúan en los escenarios con bastante detalle.
Creo que quizás la primera parte del texto es un poco larga. Está bien por la intriga que generas pero puede que se rompa el equilibrio con la segunda parte, cuando ya se encuentra con el señor que parece un topo. Algunas líneas menos creo que no le restarían suspense.
La historia es original, pienso que tienes grandes ideas. Me gusta especialmente el final, cuando Kilian es liquidado por su yo de otra dimensión.
En lo formal, falta un pelín de pulir el texto en cuanto a comas, puntos, tildes y repeticiones de palabras o uso de palabras que tienen la misma raíz como aquí:
“Ninguno de los ascensores tenía ningún botón para llamarlos.”
Para no repetir ninguno/ningún podías haber puesto: “No había ningún botón para llamar a los ascensores.” o parecido. Son detalles que luego molestan al leer (a mí, por lo menos).
(Jose, los paletos son los dos dientes centrales de la mandíbula superior 😛 )
Enhorabuena por el trabajo y gracias por el esfuerzo de escribir textos atrasados.
Nos leemos 🙂
Hola Diana,
me ha gustado tu historia.
La verdad que has hecho al comienzo unas descripciones muy visuales, yo creo que no hubiera encontrado el número.
Lo de la herencia así sin más, parecía que no era trigo limpio. Pensaba que iba a ceder sus órganos sin saberlo, pero a acabado donando toda su vida, el título no mentía.
Buen trabajo.
Hola Diana.
Siento comentarte tan tarde.
La historia es buena. Hay suspense, hay tensión, hay intriga. El desenlace es un giro completo e inesperado que te deja sensaciones, no sé si buenas o malas, pero sin duda sensaciones. Y si remueve es que ha merecido la pena.
Las descripciones están muy bien hechas. Además, en este relato, esos pasillos largos e interminables ayudan a alargar también la intriga. Podemos ver el edificio imaginario (para mi ha sido imposible desligarlo de ciertas escenas de algunas películas). La historia además parte de un mundo aparentemente realista, que se va transformando en algo surrealista para finalmente convertirse en algo fantástico. Esa evolución progresiva hace gane verosimilitud.
El principio del relato es algo largo. Se puede recortar sin que pierda nada de intriga, suspense, sensaciones. Lo mejor del relato es el giro final, porque sin esa explosión final, nos hubiéramos quedado con un hermoso pasaje, pero deseando que ocurriera algo con esa herencia, y ese final nos satisface. Vaya que si nos satisface. Es un giro totalmente inesperado y que le da mucha fuerza a todo el conjunto.
Me ha gustado mucho leerte. Por fa, no dejes de hacerlo.
Gracias por este rato que me has hecho pasar.